En 1969, el psicólogo David Rosenhan y un grupo de
siete voluntarios perfectamente cuerdos se presentaron en las oficinas
de admisión de 12 instituciones mentales en Estados Unidos.
Usando identidades falsas, y pretendiendo tener síntomas que no tenían, todos lograron hacerse internar como pacientes.
No se trató de una broma del día de
los inocentes, estos falsos dementes comandados por Rosenhan tenían una
misión: cuestionar la capacidad de la psiquiatría de distinguir entre la
locura y la cordura.
En la entrevista de admisión, los
pseudopacientes aseguraron escuchar ruidos, luego voces. Pero una vez
adentro, abandonaron sus síntomas y comenzaron a comportarse de manera
normal.
"Para David, un científico es alguien que mira a
su campo de estudio con escepticismo y ve cuáles son los problemas. Su
temor era que la gente resultara dañada por la psiquiatría", le dijo a
la BBC Florence Keller, psicóloga clínica y amiga de Rosenhan.
Impostores
Durante su estadía en el hospital para enfermos
mentales, Rosenhan fue tomando notas sobre su experiencia. El siguiente,
es un extracto de su diario:
"Yo me sentía incómodo, no sabía dónde estaba el baño, donde iba a dormir o dónde estaban mis cosas. ¿Qué es lo que hace uno aquí?, me pregunté. ¿Hay algún teléfono? ¿Puedo llamar a mi esposa y a mis hijos? ¿Cuándo voy a ver a un médico?"
Diario de David Rosenhan
"El asistente me llevó a una sala y señalando
una silla me dijo: 'Te perdiste la cena pero te buscaré algo para comer.
Siéntate donde quieras', y se marchó. Esperé más de una hora y media. A
eso de las 18.15 llegó otro asistente con una bandeja. 'Esta es tu
cena', dijo, y se fue".
"Yo me sentía incómodo, no sabía dónde estaba el
baño, donde iba a dormir o dónde estaban mis cosas. ¿Qué es lo que hace
uno aquí?, me pregunté. ¿Hay algún teléfono? ¿Puedo llamar a mi esposa y
a mis hijos? ¿Cuándo voy a ver a un médico? (....) Tuve que esperar
hasta las 22.45 para que un asistente me muestre donde iba a dormir. Me
prestaron muy poca atención, como si no existiese".
De hecho, según explicó Rosenhan en el estudio que publicó posteriormente en la revista Science -titulado On being sane in insane places-, el personal sólo estuvo en contacto con los pseudopacientes internados un promedio de 6 minutos al día.
Y a pesar de que Rosenham les dijo a sus médicos que ya se sentía mejor y que quería irse, lo retuvieron allí durante 52 días.
En promedio todos los pacientes del grupo de
Rosenham permanecieron internados por un total de 19 días. Pero, lo más
llamativo, es que ningún miembro del personal se dio cuenta de que eran
impostores.
La clave está en el contexto
"Lo más interesante del estudio es cómo el
contexto informa todo", explica Keller. "Si ves un hombre con un arma
asumes inmediatamente que es un criminal. Si el contexto es un estudio
de cine y a su alrededor hay cámaras, el contexto indica que el hombre
es un actor".
"Para David, el contexto de una clínica
psiquiátrica hace que cualquiera que sea un paciente parezca sufrir
alguna patología. O, que un comportamiento que parece completamente
normal en la casa o en la ofiicna parezca el síntoma de un desorden
cuando se lo observa en un hospital", añade Keller.
Curiosamente, aunque los médicos no notaron nada
inusual en los pseudopacientes, los auténticos pacientes sí notaron la
diferencia.
"Algunos decían cosas como 'tú no estás loco, tú
debes ser un maestro, un periodista o algo así. Tú debes estar
estudiando este hospital", cuenta Hank O'Laura un alumno de Rosenham que
en ese momento tenía 19 años.
Cuando los médicos le dieron el alta a Rosenhan y
al resto de los que participaron en el experimento, lo hicieron
diciendo que los pacientes estaban mejor, pero dejando en claro que no
estaban curados.
Esto quiere decir que la supuesta esquizofrenia se mostraba en remisión, pero que continuaba en estado latente.
Cambios fundamentales
"Para David, el contexto de una clínica psiquiátrica hace que cualquiera que sea un paciente parezca sufrir alguna patología. "
Florence Keller, psicóloga clínica y amiga de Rosenhan
Cuando Rosenhan publicó los resultados de su investigación en 1973 fue como si alguien hubiese lanzado una bomba contra el establishment
de la psiquiatría. El público quedó fascinado, y los profesionales de
salud mental lo odiaron. El estudio fue duramente criticado por su
metodología y por sus conclusiones.
Rosenhan fue acusado de usar engaños y trampas, y
las autoridades de uno de los hospitales lo desafió a que enviase todos
los pseudopacientes que quisiera, asegurándole que reconocería a todos.
El médico accedió. Cuando el experimento finalizó, el hospital con orgullo dijo haber reconocido a los 41 impostores.
Pero lo cierto es que Rosenhan no había enviado a ninguno.
Más allá del revuelo que causó, el experimento
logró que se reescribiese el manual de diagnóstico psicológico en
Estados Unidos y que se reevaluara la relación médico-paciente en las
instituciones mentales.
Rosenhan continuó enseñando psicología hasta su muerte, en febrero de este año.
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