Escrito por Benjamín García
Violencia no resuelta
Todo podría empezar por un “no me gusta esa blusa roja”, a
seguidas de una orden acatada con cierto beneplácito, de no volver a ponérsela
jamás. Ante las amigas el comentario es
recurrente, “es un hombre bueno, una persona con la cual me siento segura, pues
me gustan los hombres con autoridad”.
Así la rueda de la violencia inicia su camino, imparable y brutal.
La tolerancia a este tipo de conductas abre la ruta, casi
siempre de forma irremediable, a una relación de dominio y manipulación. Entre los jóvenes es hasta cierto punto común,
la solicitud de informaciones personales con la excusa de que “entre nosotros
no debe haber secreto”, cuando de fondo está el afán de control. El juego peligroso de la manipulación
encuentra en ello el abono necesario para su desarrollo.
Se estimula en el joven una serie de códigos, donde desde su
nacimiento se establecen claramente las diferencias “sociales” de género, a
decir: “el hombre es de la calle, la mujer de la casa”, “la mujer debe ser
sumisa y respetar las decisiones del varón”, “la incitación a este a las
parrandas tempranas donde encontrará el placer a costa de chicas”, y “la poca
atención a las niñas para ayudarlas a protegerse de los monstruos engendrados
en su mismo hogar”.
Mitos negados a desaparecer a pesar del desarrollo. Conductas retransmitidas, códigos
establecidos asumiendo modelos caducos pero enraizados, gracias a una sociedad
mas atenta al tener que al ser, mas propicia al derroche y el pecado, que a la
educación y las buenas normas. Una humanidad
sin paradigmas donde el saber es un peso sin valor y la ignorancia tiene la
capacidad para cruzar las fronteras del poder e instalarse en él.
La sociedad sigue promoviendo valores machistas a pesar del
esfuerzo consistente durante años de erradicarlo y promover a la mujer como
ente social de grandes aportes, más allá del ámbito doméstico. ¿O no es un
personaje cómico muy popular y celebrado de los últimos tiempos, un ejemplo
promocional de esta conducta distorsionada? Cuando hace referencia a las
actividades propias de un “hombre macho”, deja tácitamente indicado que este no
puede doblegarse ni ser sensible, so pena de ser condenado por el juicio público.
Es una manera de seguir reproduciendo los mitos sobre la
masculinidad, porque aunque dicha caricatura haga referencia a la tendencia
homosexual de algunas conductas, lo cual es una evidente falta de respeto a una
condición humana discutida, es igualmente una manera de condicionamiento social
al hombre, quien se asume superior aunque para ello deba hacer uso de su fuerza.
Tomo el tema con la intención de unirme al coro de voces
indignadas con tanta degradación, frente a una violencia al parecer imparable y
a la que debemos enfrentar desde todas las trincheras posibles antes de que nos
ahogue el pesimismo y nos acostumbremos de manera irremediable a estos desmanes
cual dictadura de la irracionalidad.
Las autoridades deben jugar un rol mas activo. Ser más vigilantes, poner atención a cada
queja por insignificante que parezca y dar seguimiento. Las familias proteger a sus hijos, varones y
hembras, de tales desmanes. No entiendo cómo
hay padres capaces de hacerse indiferentes cuando una situación de abuso toma
forma en la familia.
Sabemos lo difícil que resulta desenmascarar la crueldad,
muchos factores inducen a ello.
Sicológicos, materiales y hasta fisiológicos. Y lo peor, cuando el amor se antepone como
excusa para no abandonar una situación humillante y deshumanizante. Es tiempo de parar, no podemos tolerar una
victima más.
En los archivos policiales
están las fichas de muchos abusadores y usted en su casa puede tener una,
publíquela, asuma con coraje su responsabilidad. Ahí tenemos el reto.
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