La economía será clave a la hora de decidir quién debe tomar las riendas de Francia durante los próximos años.
Y poco lo ilustra tan claramente como lo que ha
estado ocurriendo en la localidad de Florange en vísperas de que los
franceses llegaran a las urnas este domingo.
El pueblo está ubicado en el noreste, en el
corazón de la región fuertemente industrializada de Lorraine. Durante
muchas generaciones, esta parte de Francia ha estado asociada a la
industria del acero y Florange no es la excepción.
El lugar está dominado por un gigantesco complejo operado por el gigante del acero, Arcelor Mittal.
Aunque rentable, el futuro de la planta está en
duda últimamente, debido a la baja en la demanda de acero provocada por
los problemas económicos en Europa.
Su personal teme que la fábrica sufra la misma
suerte que otra de la misma empresa que cerró sus puertas en 2009 en la
vecina Gandrange.
A comienzos de año un grupo de sus trabajadores
viajó a París con la intención de hablar con el actual presidente y
candidato Nicolas Sarkozy, pero cuando se dirigían hacia su residencia
fueron recibidos por la policía con gases lacrimógenos.
Posteriormente, un grupo de activistas del
sindicato lo intentó de nuevo esta vez a pie y con la Torre Eiffel, un
símbolo del orgullo francés forjado con el acero de Lorraine, como
destino.
El ardid publicitario funcionó, atrayendo la
admiración del público y más atención nacional. Ahora los trabajadores
acampan frente a la planta de Florange.
Inspirado en Asterix
La llaman la "villa gala" en honor al héroe de las historietas francesas Asterix el Galo.
Usando pelucas y bigotes, dicen que son los
heroicos galos enfrentándose a los opresivos romanos de la gerencia de
Arcelor Mittal.
Sin embargo, su mensaje no sólo está dirigido a la compañía de acero. Su atención se ha volcado a la carrera presidencial.
"Primero queremos salir de Nicolas Sarkozy", dijo un trabajador. "Luego necesitamos una nueva política industrial".
"Si François Hollande intenta seguir las mismas
políticas, los mismo métodos, entonces enfrentaremos una catástrofe
social, un gran colapso de nuestra industria".
La planta da trabajo a 2.700 personas en una
región en declive y de alto desempleo. Arcelor Mittal, mientras tanto,
insiste que no la cerrará y dice que invertirá US$22 millones en sus
instalaciones.
Sin embargo, ya no se trata de una disputa regional. Para muchos simboliza los males profundos del sistema francés.
"Declive"
Francia tiene una larga tradición de apoyar a la
industria y fomentar el bienestar de los trabajadores. Sus sindicatos
son poderosos y las consideraciones comerciales suelen pasar a un
segundo plano por detrás de la protección del sustento de la gente.
"Para los trabajadores, estamos preocupados
porque la fábrica - nuestra fábrica - puede ser destruida por una
decisión financiera", señaló Frederic Weber del sindicato CFDT.
"Para los trabajadores es muy difícil de entender".
Sin embargo, esas tradiciones están en peligro
ya que Francia enfrenta una economía estancada con un desempleo de casi
el 10% mientras que el gobierno, falto de liquidez, se esfuerza en
controlar el enorme déficit fiscal.
Cada vez hay más llamados para reducir las
regulaciones con el fin de facilitar la operatividad de los negocios y
reducir la carga de gastos sociales. Según ese argumento, de lo
contrario las grandes compañías se terminarán trasladando a países con
menores costos.
"Creo que Francia está realmente decayendo en un
nivel económico y social", sostiene Nicolas Baverez, economista y
comentarista de la revista Le Point.
"Hay un verdadero riesgo de que para 2020
Francia ya no esté incluida en la lista de 10 economías más poderosas a
nivel global, a menos de que se introduzcan grandes reformas".
Sin embargo otros no están de acuerdo.
Louis Schwitzer es el presidente del gigante
farmacéutico AstraZeneca. Aunque de acuerdo con la necesidad de un
cambio, él piensa que el modelo francés puede sobrevivir si consigue ser
más adaptable.
"Claramente no vamos a reducir nuestros salarios al nivel chino o rumano", dice.
"Sin embargo, Alemania y Escandinavia tienen
altos salarios, similares a los franceses. Así que uno puede ser
competitivo en la economía global con un alto nivel de vida".
"Desafío"
Ciertamente la posibilidad de reformas profundas
es algo que incómoda en Francia. Muchos comentaristas creen que la
popularidad del izquierdista Jean-Luc Mélenchon se debe en gran parte a
los temores de que puestos de empleos se pierdan ante las fuerzas del
mercado.
Sin embargo, entre los pequeños empresarios del país, hay un perceptible deseo de ver reformas.
Las compañías con menos de 500 empleados
representan aproximadamente el 60% de todos los trabajos de Francia. Sin
embargo, muchos empresarios se quejan de que les cuesta desarrollar sus
negocios por los altos costos y el papeleo.
Entre ellos se incluye Sebastian Richard, quien maneja una granja en las montañas Vosges, por encima de Estrasburgo.
La región es un paraíso turístico.
Es una bella zona donde bonitas casas
brillantemente pintadas y chalets se encuentran enclavados en los
frondosos valles de bosques rodeados a cada lado por colinas.
Los visitantes de la región son importantes para
Richard quien les vende leche y queso en su tienda y en los
restaurantes locales.
Sin embargo, su frustración es evidente.
"El mayor reto es ganar dinero", dice.
"Cuando uno comienza, puede hacerlo pero al año
siguiente tienes que pagar muchos impuestos. Si uno entonces quiere
emplear a alguien, es realmente duro porque hay tantas reglas y
regulaciones".
"Es verdaderamente difícil desarrollar tu negocio".
Su voz quizás no sea tan audible como la de los
manifestantes de Florange, pero al reunirlos los pequeños empresarios de
la nación representan un poderoso lobby.
A medida que las tensiones económicas en Francia
crecen, las voces a favor y en contra de la reforma probablemente se
harán sentir más fuerte.
La manera como el próximo ocupante del Palacio
del Elíseo busque equilibrar esas presiones y la expectativa por ver si
puede retener la confianza de los trabajadores facilitando, al mismo
tiempo, las cosas para los negocios podría definir la próxima
presidencia.
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