dejé
No nací en uno de sus barrios, pero camine sus calles, bebí de sus aguas frescas, me bañe
en los canales a escondidas, tras los matorrales de los arrozales; escuche las campanadas que salían
de la catedral Santa Cruz, me
alertaban que debía ir a rezar por los pecados y rebeldía de la sociedad.
Recibí las enseñanzas de maestros de
inteligencia centenaria, leí historias de mi pueblo estampadas por la sangre de
sus héroes, crecí con el orgullo y alegría que da el ver hombres nobles, trabajadores y sus mujeres
hermosas de piel canela que sus pasos parecían danzar al caminar.
Deguste el majar del buen “Cacheo” bebida de los pobres para saciar la sed del
hambre y refrescar las lombrices de la miseria, crecí bajo el follaje del samán
escuchando cuentos y anécdotas de los
señores/as de mi barrio…Montando la
bicicleta chopper de la mano de “Lolo” que nunca aprendí a pedaliar…Al medio día
sonaba la sirena de los bomberos anunciando las 12:00 M, mientras “Luis pichirri” se escuchaba saludando con su silbido sin igual.
Mire los verdes arrozales
y platanales cuando la briza acariciaba
los frutos y sus hombres surcaban la
tierra; los pasos se escuchaban en las
madrugadas en medio del llanto de un niño que acababa de llegar al mundo de manos de la prodigiosa comadrona “Mama”,
quien cada año celebraba una gran fiesta a “San Miguel” quizás agradeciendo a
los ángeles por su dote de partera.
Como olvidar los años de primaveras,
caminado erguida como dama de sociedad recibiendo miradas silentes de adolescentes ilusionados, entre uniformes
y tareas; a la distancia el príncipe de sueños que alcanzaba observar ruborizando
mi rostro con los colores de las
sorpresas del corazón.
Soñé entre las mañanitas de Navidad con los
villancicos a ritmo de tambora y güira que tocaban los muchachos de las esquinas del samán;
mientras se escuchaba la voz alcoholizada de Ramón Bonilla que decía “Te odio mas sin embargo te quiero”.
En mi pueblo que no es mi pueblo, allá,
vestí mis mañanas de domingos con la
mochila azul en el cine “Elda”… Pocas amigas/os, quizás por mi timidez,
pero siempre con una sonrisa a flor de piel.
Jugué en medio del parque “Amado Franco Bido” con mis
trenzas largas, mientras la banda
municipal ponía música a mis saltos, en tardes
de domingos pintadas por arcoíris al anochecer…
En tanto el “Samoa Bar” lucia sus mejores galas al recibir los
artistas de la época, “Johnny
Ventura”, “El Conjunto Quisquella”, “Milly” entre otros, que solo desde las afueras
sentía sus cantos sonar.
Las semanas tenían letras de colores en la biblioteca “La Noroestana” cuando
iba hacer las tareas o a leer el periódico de ayer, doña luz iluminaba mi
rostro con la vela de su sapiencia para
encender el fuego de mi adolescentente inteligencia, llenándome de entusiasmo por las letras.
Pasan los años y como olvidar el olor del
pan recién sacado del horno, de la panadería de “Juanito”, la fragancia de la tierra en las
lluvias de mayo, los mangos que traía la crecida de la cañada de Wititio, aún busco en el espacio, en el tiempo aquellas tardes de granizos
pidiendo permiso al viento para alcanzarlos y comerlos…Se hace presente en mi mente
la belleza que adornaba el jardín de la gran maestra doña “Camelia”, aquellas rosas con el brillo de la lluvia
y la fragancia de su aroma.
En la niñez se marcan los
momentos especiales en la mente, el alma y el
corazón. Por lo que siempre recuerdo con gran cariño a doña “Totón”,
disfrutaba cuando la veía tocar su piano, los más agradables
momentos de mi vida; que en innumerables ocasiones hice realidad, la calle Emilio Arté era mi
favorita, tenía 12 años y por primera vez vi un piano que tanta veces soñé tener y
aprender a tocar , mis pasos eran tan lentos al pasar frente a su residencia
para observar la señora del piano como
tantas veces le dije en mi interior a doña “Tontón” .
Generalmente su casa
permanecía cerrada , pero yo observaba por las pequeñas rendijas de las tablas
cuando impartía sus clases de piano
, y cada domingo en el parque me
maravillaba al ver como dirigía toda esta banda integrada por músicos
,en su mayoría hombres.
Al recordarla
siempre lloro, por la emoción, la
alegría que me traen esos momentos de
transitar por la Emilio Arté, esa
calle tiene una magia especial para mí, vivió unas de mis mejores amigas y
mujer de gran distinción y elegancia de la ciudad, “Doña Pancha” y por
coincidencia mi hermana y madre de crianza ha vuelto
a residir allí.
Aunque no nací
en Mao, todas mis vivencias de niña y adolescente están impregnadas en las calles de mi pueblo
como las notas musicales del piano de “Tontón” que aún suena silente
en mi mente tocando mi corazón.
Los días pasaban entre estudios, quehaceres del hogar,
cuidando mis sobrinos, poco entretenimiento a menos que no fuera ver la TV a
blanco y negro cuya programación no pasaba de, el Show del Medio día, La Lucha
Libre, Candy, El Chavo del 8 y unas que otras telenovelas venezolanas y
mexicanas, la galería de la casa se llenaba de
gente del barrio para ver con nosotros los programas; no había muchos
televisores en el sector.
Soy de un pueblo, donde aprendí a
reír, llorar, trabajar, luchar, crecer, a ir tras mis sueños, unos logrados
otros por alcanzar; soy de allí por lo vivido, por lo que recibí, por lo que aún recibo, por la
calidez de sus habitantes, por el respeto y cariño que me han profesado, porque
no ha sido en vano lo que he brindado, a través de más de 20 años de carrera,
en el ejercicio del buen hablar ,educar,
entretener e informar y sobre todo porque solo he rociado sonrisas de bienestar en los rostros de mi gente.
Aquellos que ahora, dicen: “¿Por qué aún no se termina de ir?” No tienen que preocuparse, cada
quien tiene su espacio, así como he construido el mío a base de esfuerzo, disciplina, estudios,
trabajo, entusiasmo y talento; de esa misma manera hagan su camino al
andar sin dañar a los demás.
No me voy, porque aunque me vaya, allí mora
mi historia, ahí está retratado mi tiempo, mi entrega, mis luchas, mis sueños,
mis vivencias, lo que di y lo que me falta por dar, porque de mi pueblo que no es mi pueblo, no
pido nada, solo por sus calles caminar.
Doris
Rodríguez.
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