Intelectual mocano
La violencia, con tufo a parca y miseria, se ha apoderado de
nuestro espacio vital. Los noticieros,
cargados de un morbo irracional y mezquino, se han convertido, en siniestros
espectáculos de sangre y dolor, trasmutando esta situación de emergencia
nacional, en un circo dantesco, cuyo horror alimenta el crimen como el viento
al fuego.
Una sombra de llanto y luto arropa nuestro pueblo. Y pienso
que algo se nos ha ido de las manos. A las autoridades, a la gente de a pie, al
sacerdote, al farandulero, al abogado en abandono. A la sociedad en su conjunto, que asiste
llena de pánico, a la contemplación de este show grosero y espeluznante.
Empezamos por desterrar principios fundamentales en nuestra
educación, convirtiendo al alumno en un simple objeto, una vasija a ser llenada
de información, que luego repetirá como papagayo en un examen trivial y que
olvidará al momento mismo de conocer sus resultados.
Un alumno sin conciencia
ciudadana, sin valores, sin capacidad critica e interpretativa. Ajeno a su realidad, lacerada su autoestima y
sin capacidad para comprender su función dentro de una sociedad competitiva y
demandante, que es incapaz de darle una formación integral y adecuada para
hacer frente a la vida misma.
La familia se fue degradando ante nuestras miradas, sin
pizca de asombro. Padres abandonando sus
hijos, olvidando su responsabilidad primaria de proveedor y sostén moral. Padres,
que es justo de decirlo, son el resultado de una sociedad injusta y desalmada
en su estructura, que los excluye de su bonanza económica, y les impide muchas
veces, desarrollar su fuerza laboral, por cuanto se lanzan a las calles
hastiados de su suerte con todas sus consecuencias.
Madres sin pudor, generando núcleos familiares disfuncionales
y transmitiendo a las proles, la carga emocional de sus relaciones
fallidas.
La relación de pareja como génesis
fundacional empezó a ser vista como una simple unión copular de gozo momentáneo,
sin prevención de consecuencias.
Esto
desde el inicio mismo de la adolescencia. Por eso, no resulta difícil encontrar
en nuestras comunidades, jóvenes con menos de dos décadas de existencia,
cargadas de niños, de múltiple paternidad.
En algún momento las instituciones del orden se convirtieron
en un desorden. Hoy día observamos en
los partes noticiosos de la Policía Nacional, el anuncio de que en un crimen,
un asalto o secuestro, estaban las manos nada piadosas de uno de los suyos, y
esto sin el menor sonrojo.
La
delincuencia empezó a anidarse entonces, en los organismos creados para
evitarla y enfrentarla.
Todo ello con el vestido de la corruptela y la complicidad
de un poder civil cada vez mas impotente ante la barbarie. Una justicia indulgente y benigna, sin rastro
de conmoción. Y una sociedad cada vez más
pendiente de los dislates faranduleros de nuestro circo mediático que de los
problemas verdaderamente acuciantes.
Lo
digo por una razón sencilla. Se ha hecho mas coro al absurdo espectáculo entre
una productora de televisión y un funcionario publico que al caso de la jueza,
que dejó en libertad, bajo una fianza “pirrica” de cinco mil pesos, al monstruo
asesino de una niña, por el simple hecho de ser un infante extranjero.
Obvio que estamos en el centro de la tormenta de un mundo
cada vez mas convulso y cuya maldad se ha expandido como plaga hasta donde
nunca antes vimos.
Pero cargamos nuestras culpas. Pareciera que en la misma medida que crecemos
materialmente, descrecemos espiritualmente.
Y esa realidad nos hace moralmente vulnerables y éticamente frágiles.
Continuaremos.
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