CULTURA VIVA
Autor Lincoln López
Cuando entré a la sala del Teatro Universitario a las cinco menos
cinco aquella tarde del jueves 30 de
junio, Día del Maestro Dominicano, estabas sentado, solo, junto a la mesa
principal, esperando el inicio del acto de puesta en circulación de dos obras:
Una de Monseñor Ramón De La Rosa y Carpio sobre
Benedicto XVI y otra tuya, originalmente “Roma Infinita” la cual conocí primero
de tu viva voz.
Mirando tu
figura sentí mucha nostalgia, mis recuerdos fluyeron rápidamente y se agolparon
uno tras otro, intemporalmente, de proyectos artísticos y culturales tuyos
puestos en mis manos para llevarlos a escena, de tertulias, de viajes, y por
encima de todo, la presencia del maestro. Me interesó más ser tu alumno informal en el
maravilloso mundo de la cultura, desde la Grecia clásica en adelante, que el
formal e inscrito en la asignatura “Historia de las Ideas Políticas” por mi
paso por la carrera de Derecho. Eran los tiempos de la tuna con sus capas y cintas,
laúdes y bandurrias medievales, de la coral, del grupo de bailes y de teatro y
toda una estructura para reforzar el desarrollo integral del discípulo
universitario.
Me quedó la duda para
siempre, si reconocerías mi persona después de extenderte la mano y decirte
algunas palabras. Tu mirada era distinta. Tu mano era débil pero decidida.
Se podía estar de acuerdo o no con tus conceptos,
pero fuiste un convencido ser pensante, con criterios científicos, éticos y
religiosos. Un caballero del Santiago Victoriano.
En ese escenario se
declamaron muchos de tus poemas, se escucharon algunas de tus disertaciones,
ahí se estrenó una preciosa criolla titulada: “Ella” cuyo primer verso dice:
“Ella no quiere que yo la quiera…”. Sobre esas tablas se estrenó “Santiago:
Tradición Viva” que tuvo mucho éxito aquí y en el Teatro Nacional de Santo
Domingo. Más de cien intérpretes en escena, entre actores y actrices, coro,
danza y elementos folklóricos básicamente de Santiago. Dentro de ese
espectáculo se insertó tu obra teatral “Jacagua”, llevada a varios escenarios
del país, y luego presentada en México, en Cancún y ciudades aledañas, en el
marco del Primer Festival de Cultura del Caribe. Sobre esas tablas se estrenó
un interesante experimento teatral titulado “Cuatro monólogos colombinos”
basado en tus investigaciones históricas. Eran cuatro conceptos y personajes
independientes cuya única referencia era el texto. Las acotaciones y todo el
montaje escénico debían ser creación del director.
Pienso que en algún
momento una sociedad agradecida deberá reunir en una sola edición tus obras
completas, por variada e interesante. Ojalá se incluyera algunas de tus
cátedras, especialmente las que contienen tu particular punto de vista. ¡Cómo
olvidar tus argumentos expuestos en una guagua en un largo camino mexicano hacia
el sur de Valladolid sobre la cultura “Maya-Tolteca”
mientras nos acercábamos a las ruinas de la impresionante civilización Chichen
Itzá! (boca del pozo).
¡Hasta siempre maestro!
Dr. Carlos Dobal permíteme
el último verso de tu obra Jacagua con el cual me identifico en estos momentos:
“¡Cuántas
lágrimas me cuesta tu recuerdo!”
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