Conocer las políticas de la aerolínea, cuidarlo en el despegue y aterrizaje así como saber qué llevar para el viaje es indispensable
La comodidad del bebé debe estar por encima de cualquier otra consideración.
/ Por Agencia EFE
Aunque la experiencia será diferente según la edad de tu hijo, en líneas generales los consejos son los mismos, comenzando por el más universal: prever todo lo que puedas de antemano y llevar todas sus necesidades cubiertas, de forma que sus hábitos no se vean demasiado alterados.
Bebé satisfecho es igual a bebé feliz, tanto sobre la faz de la tierra como a tres mil pies de altitud.
Los pediatras, por norma general, consideran que un bebé puede viajar en avión a partir de los diez días o dos semanas de su nacimiento. Seguro que conoces a alguno que voló al día siguiente de ver la luz sin que le ocurriera nada malo, o a papás que han preferido que sus hijos estuvieran más crecidos antes de tomar un avión. Pero bueno, la pauta habitual es esa. Cuando reserves los boletos, la aerolínea podrá informarte sobre las facilidades para bebés que existen a bordo, así como sobre la política tarifaria. La mayoría de los aviones cuenta con cambiadores de pañales y las auxiliares de vuelo no tendrán inconveniente en calentar el biberón o la papilla -la mayoría lo hacen encantadas y no escatimarán mimos para el pequeño pasajero-. En el caso de un viaje largo conviene que averigües si la aerolínea ofrece cunas a bordo. Lo habitual es que te permitan llevar el cochecito o moisés del bebé hasta la puerta de embarque. Una vez ahí, podrás plegarlo y será llevado a la bodega del avión. Un bebé puede viajar a partir de los diez días de nacimiento Aterrizaje y despegue Si antes de viajar tienes alguna duda sobre la salud de tu bebé, consulta al pediatra, en especial si padece una infección de oídos o es proclive a ellas. Durante el despegue y el aterrizaje el cambio de presión en la cabina puede molestar al pequeño; una buena forma de evitarlo es que en esos momentos esté succionando, bien del pecho, del biberón o de un chupete (sí, es una adaptación del viejo truco de mascar chicle). Para prevenir la deshidratación que provoca la sequedad ambiental, ofrécele agua cada cierto tiempo. También es de consulta obligatoria con el pediatra la administración de cualquier fármaco que “ayude” al pequeño a dormir durante el viaje. ¡Nunca, nunca jamás! mediques a tu hijo por tu cuenta, es muy peligroso y a menudo innecesario. ¿Y qué llevo para el niño? Repetimos: todo, absolutamente todo lo que pueda necesitar. Como si fueras a una isla desierta. Una buena idea es que en los días previos hagas una lista de cosas y la repases antes de salir. La escritora Caz Cooke incluye en su divertidísimo libro “Hijos” (ediciones B) un exhaustivo y útil listado con casillas para marcar. Equipaje de mano Reserva una bolsa sólo para el bebé, así no te volverás loca después rebuscando entre mil cosas de toda la familia: varios pañales y todo lo necesario para cambiarlos -incluyendo una esterilla para extender sobre el cambiador del avión-, dos mantitas por si una se mancha de vómito, comida o “lo otro”, ropa de repuesto por lo mismo de antes, baberos y juguetes en función de la edad del pequeño viajero, chupones extra y unos calcetines.Los libros de cuentos son una buena idea para mantenerlos tranquilos cuando son un poquito mayores, y un juguete nuevo que puedan explorar y les entretenga, ¡no tiene precio!La comida. Bueno, si aún le das el pecho, considérate muy afortunada, ya que no necesitas nada más que tu persona. Si sólo toma biberones, calcula cuántos necesitará durante todo el viaje, y añade por lo menos dos más en previsión de posibles retrasos o de vuelcos.Esto es aplicable a las papillas y purés, que deberás llevar preparados desde casa, pues por lo común las compañías aéreas no ofrecen este tipo de comida a bordo, aunque no cuesta nada consultar si disponen de menú infantil.Quizá te hayas preguntado cómo te afectarán las restricciones de seguridad a bordo, draconianas en los últimos años, a la hora de llevar comida, líquidos o medicamentos. De nuevo, lo mejor es consultar a la aerolínea, aunque la legislación permite a quienes viajan con bebés transportar leche para bebés, zumo y, en el caso de las medicinas e insulina, “las que sean necesarias, en cantidad suficiente para el viaje y presentando prueba de autenticidad en los controles de seguridad”.Cuanto más cómodo, mejor ¿Y qué hay de la indumentaria? Bien, no es el mejor momento para que lleve la ropa del domingo o ese precioso modelito lleno de lazos y presillas. Cuando tengas que cambiar un pañal en el reducidísimo espacio del baño del avión te alegrarás de haberle puesto ropa fácil de desabrochar.
Para los vuelos largos, lo ideal es un pijama razonablemente abrigado con el que el niño esté cómodo y protegido del aire acondicionado.
Por último, un apunte sobre las diferencias horarias y el ‘jet-lag’ en los bebés: la Academia Americana de Pediatría recomienda dar tiempo al pequeño para que se habitúe al nuevo horario, y respetar su horario de comidas, es decir, alimentarle cuando tiene hambre y no tratar de imponerle el nuevo calendario.
Su “reloj interno” se adaptará poco a poco, pero siempre más despacio que el de un adulto. Y lo mismo ocurre con el sueño. Paciencia.
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