CULTURA VIVA
Autor Lincoln López
Anoche dos amigos y yo viajamos
a una importante ciudad del Cibao. Llegamos con antelación a la hora acordada
al centro cultural, correspondiendo a una gentil invitación.
El lugar no tenía
actividad pública pero estaba abierto y el empleado del turno nocturno nos dejó
pasar e iniciamos el recorrido. Toda al área la abarcaba dos salones bellísimos
para exposiciones, luces adecuadas y encendidas aunque no había nada en
exhibición, aire acondicionado, etc., una oficina para el director(a) y dos
baños. Por los “pelos y señales” del equipo, a la secretaria se le ubicó en el
pasillo principal cerca de la dirección. Los materiales que revestían la
escalera igualmente regia. Ni hablar del buen cuidado de la fachada, en fin
casi todo en su punto.
Casi todo. Veamos algunas
debilidades.
Las exposiciones son muy
escasas y cuando suelen hacerlas constituyen un acto social, resultan más un
encuentro de amigos que un espacio para reflexionar ante una obra de arte.
La compra de las obras es
prácticamente nula. La nulidad se extiende a conferencias o tertulias
especializadas.
Es un centro para exponer
y cuando no exhibe está cerrado. No está concebido para la formación o la
discusión. No existe en la ciudad un centro parecido para la formación en artes
plásticas o visuales. Quizá un docente público o privado. Ni hablar de niveles
básicos, secundarios, ni soñar con los superiores o universitarios.
Ni se vende ni se compra.
Se subsidia. Se conoce muy poco del valor económico de una obra de arte como
inversión. Es un favor.
No es una realidad
exclusiva es colectiva.
Sin embargo, el país
consta de una infraestructura física suficiente en salones para exposiciones,
para representaciones, para conferencias…de todos los tipos y tamaños.
Cines…teatros. Muchos enclavados en centros docentes o en áreas religiosas como
los salones parroquiales en el catolicismo. Todavía subsisten algunos clubes
culturales de los 129 que estaban registrados en el Ayuntamiento y funcionando
en la Provincia de Santiago. Los salones comunitarios. Empresas cooperativas y
bancarias poseen adecuados salones.
Hay una especie de
salomanía. Una manía de construir salones, una buena medida preventiva pero con
efectos insignificantes o negativos de elevar el nivel cultural del pueblo.
Esa inversión inicial se ha traducido en un gasto.
¿Cuál es el problema? El
tiempo en que operan, y, generalmente, la falta de planes o políticas para su
uso adecuado.
Su uso lo regulan los
seres humanos organizados y con objetivos claros.
Es el caso de las iglesias
y su nivel de eficiencia y conciencia de su feligresía.
Eficiencia y conciencia y
un objetivo claro para cada grupo organizado.
Dejó de ser un centro de
entrenamiento del pensamiento para temas sociales variados, comunitarios,
educativos, de salud, políticos o económicos. Es decir, de crecimiento o de
desarrollo.
Lo han convertido de un centro de atracción a un
centro de rechazo. Los que conservan lo primero han podido cosechar los frutos
que idearon.
En consecuencia, su imagen ha sido deteriorada. Es
la percepción de la forma pero lo que hay que atacar es la ausencia de
contenidos.
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