La tensión había venido en
aumento y finalmente estalló en la estación del Metro Chabacano, en el
oriente de Ciudad de México: un grupo de reggaetoneros que iban para una
fiesta se enfrentó contra otro de "porros" (integrantes de grupos de
choque de escuelas secundarias y universidades). Ocho personas
resultaron detenidas.
Pero ese enfrentamiento -ocurrido a principios
de agosto- sólo fue el punto más álgido de un problema que viene de
atrás. En julio, la cancelación de una fiesta reggaetonera (conocidas
como "perreos"), en un barrio en el centro de la capital mexicana,
provocó -según la policía-, una airada reacción de algunos de los
centenares jóvenes que asistían, quienes al parecer empezaron a agredir a
los transeúntes y a causar destrozos en algunos negocios. En esa
ocasión hubo 133 detenidos.
Durante
los días siguientes en redes sociales se formaron grupos, eventos de
Facebook, cuentas de Twitter y fotomontajes creados para invitar a las
personas a agredir a "los chacas" (calificativo popular despectivo que
se usa para definir a los asaltantes y drogadictos) y que se ha impuesto
como etiqueta a los reggaetoneros debido a la forma en que hablan,
visten y se expresan de acuerdo con los responsables de las
publicaciones.
"Haz patria y mata a un chaka", "quemaré las
casas de todos los reggaetoneros", son algunos de los mensajes que se
colgaron en la red.
Criminalización
La Comisión de los Derechos Humanos del Distrito
Federal ha dicho que en las detenciones no se han violado los derechos
de los jóvenes y se ha respetado el debido proceso.
La policía, por su parte, atribuye las
detenciones a los desmanes cometidos, no a una persecución. Sin embargo,
algunos de los jóvenes detenidos alegan que sólo iban cantando en el
metro y que fueron recibidos a golpes por la policía en la estación.
Para el especialista en jóvenes de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Alfredo Nateras, sí existe una
discriminación más amplia, suscitada a partir de prejuicios de una
sociedad mexicana tradicional que se escandaliza a partir de lo
diferente:
"Pareciera ser que en México ser joven es muy peligroso"
Alfredo Nateras, Universidad Autónoma de México
"Nuestra sociedad mexicana, en términos amplios es conservadora, guadalupana
y por lo tanto intolerante, ahí hay una hebra importante: puede ser que
la manera de bailar sea burda en cuanto a la representación del acto
sexual que se hace en los lugares clandestinos debido a este estigma
social que existe; entonces es a partir de esta clandestinidad que se
criminaliza la práctica del baile cuando en si mismo el baile no es el
problema sino el espacio donde se lleva a cabo".
Además de bailar al ritmo de Don Omar, Daddy
Yankee y otros cientos de grupos locales, algunos aseguran que a estas
fiestas ilegales las caracteriza frecuentemente la libre venta a menores
de edad de alcohol adulterado y drogas baratas como cemento, pegamento y
solventes.
Entrevistado en una de estas fiestas en la
colonia Nueva Atzacoalco en el norte de Ciudad de México, Omar Morales
un bailarín, y cliente recurrente de "los perreos" dijo a la BBC que a
él sólo le gusta la música y el hecho de que puede ir a conocer mujeres:
"A veces sí hay madrazos (golpes) pero no molestamos a nadie en la calle, ni asaltamos".
Morales, joven de 18 años que ha vivido en este
barrio toda su vida y declarado eterno fanático de Baby Rasta, Gringo y
Hector "El Father" cuenta lo que es ser un reggaetonero en las calles
del Distrito Federal:
"Te gritan de madres, nos dicen chacas", señala.
Prejuicios y racismo
Ante esta realidad, el investigador Nateras
profundiza y advierte en la entrevista para BBC Mundo sobre este
fenómeno de criminalización y prejuicio:
"Se considera que son chavos
malandrines, delincuentes y esto se mezcla con el prejuicio del consumo
de inhalantes como drogas, que son consideradas drogas exclusivas de
personas que viven en la calle o de estratos sociales muy bajos, ahí
está la criminalización no sólo de parte de una parte de la sociedad que
los ve con repudio sino de las mismas instituciones que los tachan de
criminales; en todo caso ahí hay un consumidor y no un delincuente".
Para el investigador de la UNAM este no sólo es
un problema de gustos musicales sino tiene tintes de racismo y clasismo
que, dice, son muy propios de las sociedades tradicionales como lo es la
mexicana.
"Se criminaliza a personas de algunos barrios
como por ejemplo Nezahualcóyotl no sólo por su gusto por la música de
reggaetón o su consumo de drogas; sino por su aspecto físico porque,
además de todo son morenos y además viven en zona popular; por su
condición de clase automáticamente es etiquetado como chaca".
Sin embargo, Diana, una joven mexicana de 15
años , dice que los reggaetoneros son muy agresivos con las mujeres
(como lo muestran las letras de sus canciones) y también los considera
violentos en su manera de actuar.
En opinión de Nateras, el problema de la
criminalización no es exclusivo de los fanáticos al reggaetón, este es
sólo uno de los ejemplos que denotan este estigma que recae sobre el
sector juvenil de la sociedad mexicana.
"Lo que se está ocurriendo es la criminalización
de la condición juvenil, pareciera ser que en México ser joven es muy
peligroso".
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