NUEVA YORK, .- El presidente Danilo
Medina solicitó este martes a los organismos internacionales y
financieros más ayuda para la República Dominicana ,y que asuman con
entusiasmo y comprensión los esfuerzos de los países en vía de
desarrollo para que puedan enfrentar la pobreza y la excusión social en
su discurso en la Asamblea General de la ONU.
"La pobreza es un fenómeno multidimensional", señaló el mandatario
dominicano, criticando los sistemas de medición de los organismos
internacionales basados en umbral de ingresos (menos de dos dólares
diarios) y que no toman en cuenta otros factores.
"No es posible que un país deje de recibir ayuda porque su promedio
de renta nacional ha superado un umbral" determinado, agregó Medina, un
economista de 60 años, en referencia a los criterios de organismos como
el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) para
otorgar préstamos a bajo interés o ayudas.
En ese marco, Medina reclamó que los organismos internacionales
"asuman con mayor entusiasmo y comprensión" los esfuerzos de República
Dominicana "para romper el círuclo de la pobreza".
"Que asuman indicadores más enriquecidos. De lo que se trata es de
que trabajemos juntos", instó en su discurso en la apertura de la sesión
en Nueva York, precisando que "más de la tercera parte" de su país se
mantiene en situación de pobreza.
Plantea una mejor distribución de las riquezas y sacar a 400.000
personas de la pobreza extrema, calculada en 2010 en 10,4% (cerca de un
millón de dominicanos).
"La pobreza en una familia o en una comunidad es mucho más que la falta de ingreso a un umbral determinado", dijo Medina.
A continiación discurso del Presidente Danilo Medina en la ONU Excelentísimo Señor Vuk Jeremic,
Presidente del Sexagésimo Séptimo Período de Sesiones de la Asamblea General;
Excelentísimo Señor Ban Ki-Moon,
Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas;
Excelentísimos Señores y señoras Jefes de Estado y de Gobierno;
Excelentísimos Señores Embajadores;
Señores Ministros y demás Jefes de Delegaciones;
Damas y Caballeros:
Expresamos nuestra cálida felicitación al señor Vuk Jeremic, por su
elección como Presidente del Sexagésimo Séptimo Período de Sesiones de
la Asamblea General.
Asimismo, expresamos nuestro regocijo porque el debate general, en
esta oportunidad esté dedicado a considerar entre otros temas la
“promoción del crecimiento económico sostenido y del desarrollo
sostenible de conformidad con las resoluciones pertinentes de la
Asamblea General y las recientes conferencias de las Naciones Unidas”.
Desde que adoptamos la Declaración, los Objetivos y Metas de
Desarrollo del Milenio, la imagen del desarrollo ha quedado vinculada a
la reducción de la pobreza, y al desarrollo de capacidades y
oportunidades para las poblaciones vulnerables.
La mayoría de nuestros países en desarrollo han logrado avances
significativos, hasta que en el 2007 se inició la crisis financiera que
afecta la economía mundial y amenaza con neutralizar los logros
alcanzados.
Vivimos una época de crisis simultáneas. La crisis ecológica amenaza
la mayoría de las plantas y animales, el calentamiento atmosférico
amenaza las poblaciones costeras y países ubicados en pequeñas islas.
El crecimiento desordenado de las poblaciones amenaza superar la capacidad de renovación de nuestra naturaleza.
Asistimos a una crisis de los valores que tradicionalmente han ordenado el comportamiento de la humanidad.
La guerra y los conflictos armados amenazan el derecho a la
diversidad cultural, ideológica y política, y a vivir en paz y con
solidaridad.
Nosotros, los países en vías de desarrollo, no ocasionamos la crisis financiera mundial.
Esta crisis fue provocada por la falta de aplicación de regulaciones
efectivas en el sistema financiero internacional, así como por la
arrogancia, la codicia y el afán desenfrenado de acumulación de
riquezas.
En el contexto de esta crisis han resurgido viejos debates sobre la mejor forma de afrontarla.
Si reduciendo la inversión y la protección social de las poblaciones,
o por el contrario, reforzándola, convirtiendo las políticas anti
cíclicas de inversión social, en la palanca para reanimar las economías,
y también acerca de cómo medir la pobreza y el desarrollo y conocer el
impacto social de las medidas adoptadas.
Si por el nivel promedio de ingresos o por la disminución de las desigualdades sociales y mejoramiento de la calidad de vida.
Los países del tercer mundo cuyas economías han tenido un mejor
desempeño y mostrado menor vulnerabilidad en este contexto de crisis
mundial, han sido aquellos que comprendieron oportunamente que invertir
en la formación de capital humano, en el mejoramiento de la calidad de
vida de sus poblaciones, es el mejor camino para reducir dicha
vulnerabilidad y mantener el crecimiento económico.
Sr. Presidente,
La economía ha de estar al servicio de las personas, no al revés.
En este debate sobre el desarrollo, debemos reafirmar que como
poblaciones y como gobernantes hemos aprendido, por vía de la
experiencia muchas veces dolorosa, que la equidad y la sostenibilidad
constituyen requisitos esenciales para asegurar un crecimiento
económico sostenido y sostenible.
Hoy sabemos que no basta el crecimiento económico para reducir las
inequidades sociales y mejorar la calidad de vida de las poblaciones, ni
es correcto sacrificar nuestras poblaciones con la esperanza de que un
crecimiento de la economía derramará eventualmente sus beneficios sobre
todos, y reducirá las desigualdades sociales, expectativa que
generalmente no se ha cumplido.
Por el contrario, la experiencia demuestra que mejorando la calidad
de vida y reduciendo la pobreza y la exclusión social se puede estimular
un crecimiento económico sano.
En un contexto de crisis e incertidumbre internacional, necesitamos
reducir las desigualdades sociales nacionales e internacionales,
incrementando además la cohesión social y fortaleciendo la
gobernabilidad democrática.
También conocemos que el crecimiento económico que no considera los
límites de la naturaleza y las necesidades de las próximas
generaciones, conlleva el riesgo de un inminente colapso.
Necesitamos una revisión de las ideas sobre el desarrollo que han predominado en el sistema financiero internacional.
Equidad y sostenibilidad son dos caras de una misma moneda con la que debemos abonar al desarrollo humano.
Esta visión coincide con las declaraciones internacionales sobre
desarrollo sostenible, como las de Estocolmo (1972), Río de Janeiro
(1992) y Johannesburgo (2002), que promueven los tres pilares del
desarrollo sostenible: equidad ambiental, equidad económica y equidad
social.
Desarrollo implica proteger los sistemas ambientales, elevar la
capacidad productiva de bienes y servicios, y reducir las desigualdades
sociales elevando la calidad de vida de todos y todas, multiplicando las
capacidades y oportunidades.
Señor Presidente,
Hoy somos más de 7,000 millones de personas las que habitamos el planeta.
El 43%, es decir unos 3,000 millones, son menores de 25 años.
Demandamos invertir para que nuestra juventud tenga las capacidades y
las oportunidades para afrontar con creatividad las tareas y desafíos
que caracterizan nuestras sociedades.
Durante muchos años, el desarrollo de los países ha sido evaluado por
entidades financieras internacionales, utilizando como indicador
alguna medida de la renta o de la producción nacional expresada en
términos per cápita, con el que se identificaba el estado de bienestar
material.
Nuestro país, la República Dominicana, con base en este tipo de
mediciones, ha sido clasificado en los últimos años, como de ingreso
Medio Alto.
Sin embargo, más de la tercera parte de nuestra ciudadanía se
mantiene en condiciones de pobreza. Entonces, ¿cómo excluir a países
como los nuestros de la ayuda al desarrollo?
Igualmente, para fines de comparación internacional, la pobreza ha
sido medida con base al ingreso, considerando pobres aquellas familias
que viven con menos de 2 dólares americanos diarios y en extrema
pobreza con menos de 1.25 dólares por día, en ambos casos ajustados
según el poder adquisitivo.
De acuerdo con estos criterios, se concluye que a nivel mundial unos
2,036 millones de personas son pobres, o sea, el 33% de la humanidad, y
que la pobreza extrema habría descendido en al año 2005 a 1,400
millones de personas, estas mismas mediciones proyectan que para el año
2015 solo 883 millones vivirán en pobreza extrema.
El optimismo de estas mediciones internacionales no parece coincidir
con la percepción de muchos de nuestros conciudadanos, quienes sienten
que el crecimiento del Producto Interno Bruto no expresa sus carencias y
desesperanzas.
Ni con el malestar de la juventud que aun habiendo elevado su nivel
educativo no consigue un puesto de trabajo digno, ni oportunidades para
impulsar sus ideas de negocios.
Esta discrepancia entre el optimismo de algunas mediciones
internacionales y el malestar de nuestras calles, se puede entender por
el uso de indicadores inadecuados para medir pobreza, desarrollo y
bienestar.
Al menos en la República Dominicana, resulta difícil admitir que la
calidad de vida y las oportunidades de mejorarla, de una persona con
ingresos de 2 dólares diarios, o incluso con tres o cuatro dólares,
difiera considerablemente de otra cuyo ingreso sea unos centavos menos.
La pobreza en una familia y en una comunidad es mucho más que la
falta de ingresos con respecto a un umbral predeterminado, al igual que
el desarrollo de un país, es mucho más que la magnitud de sus ingresos
promedio.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó en 2010 que
81 millones de los 620 millones de jóvenes de 15 a 24 años de edad de
todo el mundo, económicamente activos equivalente al 13% de ese grupo de
edades, estaban desempleados el año anterior, debido mayormente a la
crisis financiera y económica mundial.
Entre 2007 y 2009, la tasa mundial de desempleo de los jóvenes
experimentó el mayor aumento jamás registrado: desde 11,9% hasta 13,0%.
Las mujeres jóvenes han tenido más dificultades que los jóvenes varones para encontrar trabajo.
Los resultados, en términos de salud, educación, mortalidad materna e
infantil, muestran las limitaciones de este enfoque unilateral y
extremadamente optimista, sobre la pobreza y el desarrollo.
No en vano algunos académicos han considerado que “estamos
especulando con el destino de nuestro planeta mediante “juegos” en los
que pocos agentes privados cosechan los beneficios y la sociedad paga
las consecuencias. Un sistema que permite resultados como este, está
destinado a administrar de manera incorrecta los riesgos”.
Las inversiones sociales en la educación, la salud y el empleo de los
jóvenes pueden fundamentar una fuerte base económica, a fin de
contrarrestar la transmisión de la pobreza de una generación a otra.
Al fortalecer las capacidades de los jóvenes se crean las condiciones
para que obtengan mayores ingresos durante su lapso de actividad
económica.
La manera como entendemos y medimos la pobreza se traduce en decisiones sobre políticas nacionales e internacionales.
Asumir que la pobreza y el subdesarrollo son expresión tan solo de
ingresos familiares o promedios nacionales, ha conllevado a políticas
sociales limitadas a la asignación o transferencia de recursos, para
elevar temporalmente los ingresos de las familias empobrecidas por
encima de la así llamada “línea de pobreza”, sacrificándose las
posibilidades de desarrollar sistemas de servicios públicos más
efectivos y con calidad, de carácter universal, que alcancen, como
derecho, a quienes han sido tradicionalmente excluidos.
Ya Adam Smith, padre del liberalismo económico, en su definición de
pobreza incluía aspectos sociales y culturales como “la capacidad de
estar en público sin sentirse avergonzado”.
Más recientemente el premio nobel en economía Amartya Sen nos habla
del Desarrollo como Libertad. En este sentido ampliar nuestro concepto
de pobreza incorporando dimensiones participativas, de inclusión social,
y de necesidades básicas insatisfechas, nos permitirá desarrollar
respuestas más integrales y efectivas.
La pobreza es un fenómeno multidimensional, un sistema complejo de
problemas que requiere un enfoque sistémico de soluciones que conduzcan a
ampliar las capacidades, la libertad y las oportunidades, a quienes han
sido tradicionalmente excluidos.
Las inversiones en el desarrollo de sistemas de educación y de salud
con calidad universales, la protección social universal, el acceso a
puestos de trabajo y a ambientes residenciales dignos, la seguridad
personal y de los bienes, entre otras, constituyen elementos esenciales
para ampliar las capacidades y oportunidades de las poblaciones
empobrecidas.
Reducir la pobreza es la palanca básica para impulsar el crecimiento
de la producción de bienes y servicios y desatar dinámicas espirales de
crecimiento y desarrollo.
Medir el desarrollo de los países exclusivamente con base en la
renta nacional per cápita, conduce a decisiones que impactan de manera
negativa en nuestros esfuerzos de desarrollo.
Cuando un país es clasificado según estos criterios simples, se
reducen los aportes de la cooperación internacional, y se tienden a
dificultar o encarecer el acceso a préstamos, en la banca
internacional.
Como países en desarrollo también necesitamos asumir nuestra cuota de responsabilidad.
A nivel interno debemos mejorar nuestros sistemas de información de
manera que demos mejor cuenta de las inequidades sociales, territoriales
y de género, así como del impacto sobre la naturaleza.
Igualmente debemos reorientar nuestros patrones de inversión y
nuestras políticas públicas para promover la equidad y la inclusión
social de los grupos más vulnerables.
Para lograrlo necesitamos del concurso de la comunidad internacional.
No puede ser que un país deje de recibir ayuda para el desarrollo, solo
porque el promedio de la renta nacional ha superado cierto umbral
arbitrariamente definido.
En América Latina existe una larga experiencia en la búsqueda de
mediciones de la pobreza y el desarrollo, de carácter multidimensional.
Desde mediados del pasado siglo, la CEPAL desarrolló una metodología basada en Necesidades Básicas Insatisfechas.
Muchos de los países han aplicado Índices compuestos de carácter
multidimensional. En la República Dominicana utilizamos un Índice de
Calidad de Vida, adaptado a nuestra realidad.
El PNUD ha aplicado el Índice de Desarrollo Humano, y varios otros Índices han sido propuestos a nivel internacional.
Sin embargo, la mayoría de los organismos del sistema financiero
internacional continúa utilizando preferentemente las mediciones
unidimensionales y centradas en el ingreso monetario, para medir y
catalogar el desarrollo de nuestros países y para definir políticas
sobre las condiciones de acceso a la cooperación financiera
Internacional.
Queremos aprovechar la oportunidad de esta asamblea Señor Presidente,
para Reclamar que los organismos financieros internacionales asuman
con mayor entusiasmo y comprensión, nuestros esfuerzos, para romper el
círculo vicioso de la pobreza y la exclusión social, como base para el
desarrollo.
Necesitamos que asuman indicadores más enriquecidos, con mayor
capacidad de captar y medir la compleja dinámica del desarrollo humano.
De lo que se trata es de trabajar juntos para superar la exclusión;
no para mantener de manera indefinida la pobreza y la pobreza extrema.
Señor Presidente,
La República Dominicana reitera su firme compromiso con la paz, la
tolerancia y la convivencia internacionales, así como con la democracia
y la libertad, como componentes básicos del desarrollo.
Aspiramos a que
el desarrollo sostenible sea el enriquecimiento de la vida cotidiana de
las personas, de las familias y de las comunidades y países, así como
la defensa de nuestros recursos naturales.
La paz, la superación de las desigualdades sociales, la
sostenibilidad ambiental, y el crecimiento sostenido de nuestras
capacidades para la producción de bienes y servicios requeridos por
nuestras poblaciones, van de la mano y están en la esencia del
desarrollo.
Muchas gracias.
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