La cadena de despropósitos legislativos hoy tiene
un nuevo eslabón. Los diputados aprobaron un proyecto que aumentaría las
penas a los menores en conflicto con la ley.
Se les olvida, sin embargo, que los niños y niñas en conflicto con la
justicia son el producto de esta sociedad, de este sistema: son los
expulsados del paraíso de la nación que algunos creen que tenemos.
Ahora me pregunto de cuánto va a ser la condena para la sociedad que
enseña a los niños y adolescentes a delinquir para luego condenarlos a
diez o quince años de prisión.
¿De cuánto será la condena para la sociedad que produce delincuentes
y antes de ser adultos les quita la libertad encarcelándolos?
¿De cuánto va a ser la condena para una sociedad que genera este tipo
de comportamiento, inseguridad y les niega la posibilidad de jugar en
las calles?
La sociedad no es un cuerpo etéreo, tiene maestros y profesores. Este
sistema que hoy pretende condenar a los niños, niñas y jóvenes, se ha
encargado de educarlos con sus malos ejemplos.
La sociedad los lleva a delinquir, con la desprotección, la miseria,
la inseguridad, la indigencia y los lleva a eso con la falta de empleo,
en esencia les ha enseñado a perder la dignidad.
¿A qué debemos tanta celeridad de los diputados? ¿A qué responden
estos aspavientos de justicieros? ¿Es esa misma la cámara que ha sido
albergue de violadores, sustractores y pedófilos? ¿Son los niños en
conflicto con la ley los culpables del declive nacional?
Que no nos arropen con su ruido y su mal dirigido afán de castigar.
Estamos en la nación del castigo selectivo. Necesitan chivos
expiatorios para poder explicarles a los gobernados cómo llegamos a
este país del miedo.
Si los legisladores necesitan castigar a alguien no deberían ir muy
lejos, si en su propio grupo tienen mucho de dónde escoger.
Quieren que en la mente de la gente quede que detrás de cada atraco o
robo hay un niño o una niña. Le ponen rostro a la delincuencia, pero
ustedes y yo sabemos dónde empezó este drama social.
Esto empezó el día en que uno se robó lo que pertenecía a todos, y
creó así una desigualdad. Ese gesto primero de latrocinio aún se sigue
repitiendo y la desigualdad sigue aumentando.
¿A quién se le ocurre que encarcelando a menores de edad van a reeducarlos?
Ellos pueden condenar a los menores, pero la historia se encargará de condenarlos a ellos.
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