Autor Rafael Sánchez Cárdenas |
Columnista invitado
El nuevo gobierno ha iniciado con buen pie. Marcha como si le guiara la conciencia general del país. Sus pasos y medidas responden, en general, a las aspiraciones sociales.
Se percibe en el ambiente una gran dosis de aceptación popular.
Desde luego, el Presidente
viene operando bajo el entendido de que para avanzar las tareas
pendientes, la sociedad nacional precisa de un claro mensaje
rectificador.
Sabe, que sin la confianza y
la credibilidad de la población en el gobierno y los políticos que le
conducen, la realización de sus metas de gobierno se verán obstruidas.
La no correspondencia de las acciones del gobierno con los reclamos y
necesidades sociales prioritarias son la fuente del descrédito y la
desconfianza.
No es solo la falta de recursos lo que desacredita, sino el mal uso de lo poco disponible.
A manera de ejemplo: la
Ministra de Educación, Josefina Pimentel, acaba de informar que el
programa de alfabetización “Quisqueya Aprende Contigo” tendrá un costo
aproximado de RD$1,900 millones de pesos. Ese programa impactará
positivamente a casi el 10% de la población dominicana, generalmente
pobre, y que hasta hoy vive en la oscuridad de la ignorancia.
Con los ingresos y
presupuestos públicos que por décadas hemos dispuestos, no es posible
justificar la existencia de analfabetos en este país, siendo que con una
“minucia” de US$46 millones de dólares, un poco se sentido patriótico y
la vocación social de un Presidente se puede erradicar el analfabetismo
del país en breve tiempo.
El gobierno actual va
mostrando aciertos en cada punto confrontado y un irrefutable enfoque de
sus políticas. Poquitos días, mucha sustancia y un norte claro.
Atiende, primero, la paja en
sus ojos: control del dispendio y las compras sin control, transparenta
los permisos de importación, código ético, control de tarjetas de
crédito, Miss Universo para después, jeepetas controladas y reducción de
altos funcionarios.
Se trata de recuperar la
confianza y la credibilidad del gobierno, con el ejemplo, para las
grandes tareas de la rectificación nacional.
Solo un sectario procaz activa su alquimia contra el gobierno, incapaz de reconocer el obrar correcto del mismo.
Consuela, sin embargo, la
sinceridad del genio de Harold Priego: Turpen ya no es un Turpen y su
parafernalia tampoco es la misma.
A aquellos les pasa por el
frente la caravana de lo bienhecho, tan reclamado, sin reconocer, como
fariseos, que justamente era eso lo que pedían.
¡Ah política la del necio!
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