Por Fernando Rodrίguez Céspedes
Resultan alentadoras las palabras de la magistrada Vielka Calderón en el sentido de que la nueva comisión que investigará el cobarde y brutal asesinato de Yasmίn Valdez de Rodríguez en Mao, no se guiará por rumores ni del qué dirán, sino de una investigación seria y profunda que dará con el verdadero responsable del crimen.
Eso es, precisamente, lo que espera, paciente y en silencio, la parte sensata de la población maeña, que es mayoría, y no el festinamiento de unas pesquisas que desde el principio fueron mal llevadas porque partieron de prejuicios y apreciaciones imprudentemente expresadas sin esperar las investigaciones y comprobación de los hechos.
El torpe manejo de la situación de parte del fiscal adjunto Nelson Rodríguez y de la Policía, crearon un “sospechoso principal” o favorito que sumándole el morbo de una parte del pueblo y una campaña de difamación e injuria montada por dos o tres comunicadores, acabaron condenando, a priori, al atribulado esposo de la difunta.
El licenciado Manuel Rodríguez Bonilla, pasó de repente, de presidir un hermoso y amoroso hogar, a la triste situación de quedar sin esposa y sin techo con dos niños al hombro, porque todavía le retienen su vehίculo, tocando las puertas de hogares de familiares y amigos para pernotar hasta que todo se aclare.
No puede permanecer fijo en Mao, porque la campaña incriminatoria en su contra ha calado en los padres y algunos hermanos de su difunta esposa, al punto que su vida corre peligro porque los comunicadores de marras han llegado al extremo de exhortar a la adolorida familia a tomar la ley en sus manos con todo el peligro que esto encierra.
Justamente el dίa del crimen, cuando en la noche se presentaron tres hermanos de la difunta al cuartel de la Policía donde estaba retenido el licenciado Rodríguez Bonilla, dos de ellos ostensiblemente armados (son militares) y pidieron verlo. El oficial del día, no los dejó pasar no obstante a que el viudo había consentido en que entraran.
Luego de un rato de espera, cuando le pregunté al militar qué había pasado con los hermanos de la difunta, me dijo textualmente:”mire comander a mί no me gustó el perfil ni la actitud de esos señores”, a lo que respondí,”bueno, usted de eso sabe más que yo y por tanto respeto su decisión.
Al dίa siguiente, cuando al salir de la Policía, Rodríguez Bonilla se dirigió de inmediato a ver a sus hijos que se encontraban donde la hermana de la difunta Rosalίa –La Nίn -y estando en el patio con sus niños y dos amigos que lo acompañaban, apareció sorpresivamente un señor que pistola al cinto preguntó insistentemente si ahí estaba el “matador”.
Ante la agresiva actitud, la hermana de la difunta le inquiere sobre su identidad y aprovecha una llamada que le entra al celular del intruso para pedirle a Rodríguez Bonilla que se retirara inmediatamente del lugar. Asί se hizo y posteriormente se determinó que el referido inquisidor era un oficial del Ejército vestido de civil.
Cuando sus superiores de la Fortaleza Benito Monción, procedieron a investigar el asunto, apareció el padre de Yasmίn (oficial retirado) y lo identificó como un primo que estaba de puesto en el pueblo, a lo que su hija le indicó que nunca lo había visto y por ello su sorpresa ante la incursión, por el callejón que da al patio del supuesto primo.
Hay otras informaciones sobre este lamentable caso que, en entregas posteriores, iré dando a conocer. Informaciones productos, no del rumor público, sino de investigaciones hechas por quien suscribe porque en la escuela de periodismo de la UASD, de la década del 70, una de las cosas en que más insistían los profesores era en la importancia de la investigación.
Pertenezco a esa vieja escuela y me cuido mucho del denominado rumor público que muchas veces se convierte en una máquina trituradora de la honra y el buen nombre de cualquier ciudadano inocente, victima de la intriga de quienes aprovechan cualquier situación desfavorable para poner a circular cuantas infamias se les ocurran y hacer leña del árbol caído.
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