Escrito por el Pastor Antonio Regalado |
Algunos han llegado a decir que la envidia es lo que más se parece a
un zafacón lleno de codicia. Es definida como “Tristeza airada o
disgusto por el bien ajeno o por el cariño o estimación que otros
disfrutan.”
La mayor parte de los problemas de la gente manifiestan un contenido abundante y envidioso de las manifestaciones humanas..
Las
guerras, la falta de comunicación, las diviciones, los divorcios, la
incapacidad para ponerse de acuerdo, y un amplio abanico de
dificultades, se deben mayormente a gente refugiada bajo un techo de
envidia que bajo una vestidura de egoísmo, se cobijan bajo la bandera
del resentimiento. Para muchos es identidad de la deshonra y pasaporte
de la rivalidad y la división.
En varias
ocaciones he afirmado que la envidia es una tripulación que va
distribuyendo sus mercancías llenas de veneno a toda alma y corazón que
determinen abrirles sus puertas.
Con frecuencia la envidia golpea a
triunfadores/ras que con grandes esfuerzos batallaron por alcanzar
nobles ideales y que se estabilizaron en la cima del triunfo con sus
propias luces y talentos, con dedicación y disciplina. Ellos y Ellas
vinieron de abajo, de menos a más!!!
¿Que persona no ha sido golpeada por un envidioso o una envidiosa en más de una ocasión?
Hablemos
de la familia, la razón por la que Caín mató al justo Abel, su hermano,
fué la envidia. Caín no soportó la excelencia de la ofrenda de Abel a
Jehová, le entregó lo mejor de su cosecha, en cambio él le dio al Señor
lo primero que encontró. Mensaje: Cuando haces bien tu trabajo para el
Señor, o para cualquier estructura de trabajo con la que tiene
compromiso, un envidioso a veces multiplicado, va a querer hacerte la
vida imposible en la Iglesia u otro lugar, porque eres excelente en todo
lo que haces para Dios, y para tu empresa.
Es
posible que esa sea la circunstancia que te rodea y que te afecta en
este momento dentro o fuera de la iglesia, que alguien queriendo
dañarte, menospreciarte, herirte, desanimarte, haya levantado contra ti
persecución. ¡ Es que la Gracia de Jesucristo es una luz que ilumina
todo lugar que pisan las plantas de tus pies!!!!!
Sus
riñas y refriegas públicas u ocultas se hacen manifiestas en centros de
trabajos, congregaciones, escuelas, en la farándula y medios de
comunicaciones, barrios, universidades, oficinas, asociaciones
profesionales, dentro del pueblo de Dios, en fin, no hay lugar donde la
envidia no pueda introducir su sentido del olfato maligno.
Don
Quijote expresó: “Oh, envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las
virtudes. Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué deleite consigo;
el de la envidia no trae sino rencores y rabias.”
Refiere Martín Alonso: “La envidia, polilla del talento, lleva el sello diabólico en su origen.”
No
hay dudas de que la envidia es una expresión y sainete del hombre
mediocre, y una de las inmundicias de las obras de la carne.
Ante
todas estas cosas la Palabra de Dios nos invita a superar cualquier
sentimiento que quiera arrastrarnos hacia esa desgracia, y nos muestra
el camino más excelente que es el fruto del Espíritu: “Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre, Templanza.”
Quien
a Jesucristo recibe, a la envidia derrota, y se convierte en más que un
vencedor, y los que son de él, dice el Apóstol Pablo, han crucificado
la carne (envidia, pleitos, falta de comunicación, y cosas semejantes)
con sus pasiones y deseos. Gálatas 5:22-24.
Señor, líbranos de ésta potestad de la tinieblas, la envidia.
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