Por José L. Tavárez Henríquez.
Por
asuntos de principios, tiendo a desconfiar de la violencia como método de lucha.
Este recurso se vuelve aun más irracional cuando se ejerce de forma
indiscriminada, pudiendo afectar a personas ajenas al conflicto que se dirime. Desde
ese punto de vista, son tan detestables los ataques durante el maratón de
Boston, un bombardeo sobre poblaciones civiles en Irak o los disturbios
violentos en la UASD que cobran vidas de estudiantes o policías.
Partiendo
de este criterio, condenamos enérgicamente la muerte del coronel Julián Suárez,
como antes condenamos el asesinado del estudiante Willy Florián Ramírez. Nada justifica
estos trágicos eventos que siembran luto y dolor en humildes familias
dominicanas. Sobra decir que los responsables de estas muertes deben pagar
conforme a la ley por el daño causado.
En
buen derecho, se espera que estos actos de sangre sean exhaustivamente
investigados y se sigan los pasos contemplados en el debido proceso previsto por
la ley, incluyendo las sanciones correspondientes.
Es
posible que las masas, como en el antiguo Coliseo Romano, reclamen su cuota de
sangre o desempolven la Ley del Talión para vengar la ofensa recibida.
En el
caso dominicano, donde el autoritarismo está a flor de piel, evocaremos la mano
dura de Trujillo o aplaudiremos el “darle pa’bajo” a que exhortaba un jefe
policial.
Por
suerte, somos más quienes queremos vivir bajo el amparo de la ley y apostamos a
una sociedad libre de violencia.
Es por eso que, aunque condenamos los eventos
violentos en los que se involucra a estudiantes del FELABEL, no compartimos el
juicio sumario y la proscripción de que ha sido objeto esta organización
estudiantil.
Hasta
donde sabemos, la responsabilidad ante la ley es individual, salvo el caso de
que se trate de grupos organizado para delinquir, cosa que debería probarse con
respecto al FELABEL. A nuestro juicio, el honorable Consejo Universitario ha
debido ponderar la situación, esperar los resultados de las investigaciones y
actuar en consecuencia.
Si
se comprueba que uno o varios estudiantes han participado en actos penados por
la ley deben aplicarse las sanciones correspondientes, creo que en eso está de
acuerdo la mayor parte de la comunidad educativa, pero luce un exceso
proscribir a un grupo de tan larga tradición en la UASD.
Desconozco
los objetivos del FELABEL, pero me resisto a creer que dentro de ellos esté el
de matar policías. Quisiera pensar que la muerte del coronel Suárez se trató de
una acción individual, producto de una mentalidad antisocial y el
exacerbamiento emocional que conlleva el tipo de protestas que se desarrollaba
ese día en la UASD.
En
todo caso, si estableciera la responsabilidad del FELABEL institución en la
comisión de estos actos violentos, y se comprobara que sus objetivos son
contrarios al funcionamiento institucional de la UASD, justificaríamos su
excusión, como deben excluirse las demás acciones vandálicas que realizan
elementos encapuchados, probablemente ajenos a la universidad.
La
misión esencial de la Academia es formar profesionales con las competencias
cognitivas que reclaman estos tiempos, y con la suficiente sensibilidad social para
contribuir al desarrollo integral de la sociedad dominicana. La UASD no debe
ser convertida en campo de batalla ni excusa para cumplir agendas particulares
divorciadas del quehacer académico.
La
UASD tiene que ser ejemplo de institucionalidad y no exponerse a ser juzgada
como arbitraria e irracional. Que no haya prisa para responder a la atmósfera
mediática que pide cabezas de este o aquel. Como dice Pedro Mir, Poeta Nacional,
en HAY UN PAÍS EN EL MUNDO:
“…Que día vendrá, oculto en la esperanza,
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraídos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables”.
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraídos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables”.
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