Autor José Tavárez
Con esta expresión solía referirse mi
finada madre a aquellos que tenían un buen comportamiento hacia la sociedad
pero malo con respecto a la propia familia. El dicho viene a cuento por la
forma en que se actúa en nuestra UASD, donde con frecuencia sus acciones
contradicen lo que se reclama a otros.
Exigimos transparencia, pero nuestros
procedimientos internos no siempre cumplen con esta demanda. Somos paladines de
los derechos humanos pero abundan las quejas de que internamente se desconocen.
Propugnamos por una sociedad democrática pero el autoritarismo se hace presente
a la hora de dirimir nuestras diferencias internas.
Si nos queremos encontrar con una
práctica autoritaria y restrictiva de la democracia, solo tenemos que darle una
mirada al Reglamentos para Elegir a Directores/as y Subdirectores de Recintos
Universitarios, que entre otras cosas exige: “…un mínimo de diez (10) años
en la carrera académica, incluyendo los últimos cuatro (4) semestres anteriores
a las elecciones impartiendo docencia de manera ininterrumpida en el Recinto
Universitario para el que se postula, ser residente permanente y domiciliado en
la provincia donde se encuentra el Recinto por lo menos tres años antes de su
postulación, haber dirigido por lo menos una unidad académica en la
Institución”.
Sucede que, tomados estos requisitos
al pie de la letra, se podrían contar con los dedos de las manos los/as
docentes habilitados/as para ser candidatos/as. En unos recintos que apenas se
inician (octubre de 2012) se están exigiendo condiciones como si llevaran
años en funcionamiento, aparte de que varios de los requerimientos no existían
en los Centros Regionales convertidos a la nueva modalidad (SFM y Santiago).
Uno no quisiera ser mal pensado, pero
en el caso de Santiago, esta reglamentación parece un traje a la medida de
gente con autoridad, que incluso participa en la toma de decisiones en el
organismo que elabora el Reglamento. Es como si se temiera a la confrontación y
se buscara forzar la abstención de alguien que pudiera disputarle las
preferencias electorales en el Recinto.
Se le exige al docente de los centros
haber coordinado unidades académicas que solo existen en la Sede o que resida
permanentemente en la provincia donde se encuentra el Recinto Universitario,
pasando por alto el carácter regional del mismo. Todo esto parece muy forzado,
aunque no haya sido la intención de quienes concibieron el Reglamento.
De la universidad debiéramos esperar
que facilitara la participación democrática en lugar de restringirla; que
actuara con equidad en lugar de conceder ventajas a unos sobre otros; que no se
expusiera a ser cuestionada e interpelada ante instancias extrauniversitarias
por llevarse de encuentro derechos adquiridos por sus servidores.
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