Escrito por Lavinia Del Villar Jorge
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Camelia Disla |
Ese 28 de agosto llegué a su casa eso de las 10:30 de la
mañana. La encontré dormitando en su mecedora, pero cuando me sintió se puso
alerta, me recibió con el cariño que siempre me prodigó…y comenzó la clase.
Sí, la clase,
porque cada encuentro con ella era un aprender: Historia patria, moral y cívica,
gramática, literatura, filosofía, en fin… vida. Cada contacto con ella era
nutrirse y enriquecerse con la enorme sabiduría de un ser único e irrepetible.
Hablamos de
todo un poco… de la situación en que estamos viviendo, del preocupante
desempleo, de política, de historia, del tiempo en que fue mi maestra, de la
época en que trabajamos juntas, de la educación actual versus la de nuestra
época…, nos reímos a más no poder mientras compartíamos cuentos…, me recitó el
poema “Ama y Trabaja”, y a petición mía
“Caretas” de Rosario Sansores.
Nos
despedimos a las 12:30 de la tarde, con
la promesa de que en nuestra próxima convivencia me recitaría “El brindis de bohemio”,
poema que siempre decía se aprendió para mí, porque en tertulias entre ella y
yo en las que compartíamos poesías, cuando ella era directora de la Escuela
Juan Isidro Pérez, y yo maestra, le expresé que me gustaba mucho.
La dejé feliz y
contenta, y no sé por qué le dije: “Doña,
cuando me necesite, para lo que sea y a la hora que sea, estoy disponible”, a
lo que me contestó: “Yo lo sé”.
¡Quién me
hubiera dicho que a las dos horas de separarnos estaría iniciando su viaje para reunirse con el Padre!
Me duele su
partida, pero entiendo que tras una vida de dar, de contribuir, de aportar, de forjar conciencias
y regar amor, necesitaba descansar.
La dejo partir
Doña Camelia, con la satisfacción de que siempre le dije cuánto la quería y la
valoraba, y cuánto la admiraba, por su intacta
memoria privilegiada, su increíble lucidez y su inmensa sapiencia.
Hasta luego
querida Doña. Gracias por dejarme compartir las últimas horas de su vida, y por
darme el privilegio de recibir la última clase de sus 78 años de servicio a la
educación.
Gracias por
legarnos su pasión por la justicia social, su apego a la verdad, su respeto a
los principios, y su amor a la patria.
Su nombre
flotará como leyenda, y su obra perdurará a través de tiempos y generaciones.
Que descanse
en paz, madre, maestra, amiga.
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