Por Lincoln López
Me uno a quienes lo consideran el más sobresaliente teatrista dominicano de todos los tiempos. Actor, dramaturgo, director teatral y maestro.
Es el más prolífico dramaturgo dominicano de toda nuestra historia, el más premiado en el Concurso Nacional de Teatro. En el 2003 recibió el Premio Nacional de Literatura otorgado por el Estado Dominicano y la Fundación Corripio. En el 2008 recibió dos reconocimientos: en Puebla, México, la Orden de Carlos V, declarándolo Dramaturgo Real, y la Real Academia de la Academia Española de la Lengua lo nombró académico correspondiente en la República Dominicana.
Es un honor contar con la amistad sincera de este santiaguero nacido el 5 de junio de 1931, ser su discípulo e integrante de su compañía de teatro que lleva su ilustre nombre.
Talentoso, sencillo, trabajador incansable, disciplinado, culto, académico (titulado en filosofía y en Derecho, y por supuesto, en Dramaturgia y Dirección Teatral), su prosa y su actuación mejoran con el tiempo. Sus aportes al teatro dominicano están marcados con tinta indeleble a lo largo de más de 50 años de labor ininterrumpida.
Ha trabajado con comprobado mérito en radio, cine y televisión.
Ha participado en la vida política nacional y ha sido Director de Información y Cultura de cinco Presidentes: Juan Bosch, Rafael Molina Ureña, Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, Dr. Héctor García Godoy y don Antonio Guzmán Fernández.
En tres ocasiones ha sido Director General de Bellas Artes.
Ha recorrido literalmente el país y siempre con éxito, y nos llevó por los escenarios dominicanos improvisados o no, recibiendo siempre el aplauso del público. Ha representado el país en numerosos festivales internacionales de teatro como Mónaco, México, Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Alemania, Honduras, entre otros, y sus obras han sido publicadas en Bélgica, Portugal, China…
Es en teatro lo que Juan Bosch es en el cuento: sencillo y de pulcritud lingüística, original y de temática dominicana sin perder lo universal, fluido y descriptivo que lo eleva a una categoría de clásico y genial.
En un hecho pocas veces visto, ha incursionado en diversos géneros con igual triunfo: en la comedia, la tragedia, la sátira política, el teatro infantil, el musical y el drama cotidiano.
Sus títulos revelan un valor de suma importancia para la vida trascendente de un artista: su identidad nacional, la dominicanidad: Se busca un hombre honesto, Duarte, el fundador de una República, La broma del Senador, Colón, agua y apagón, Proceso a un hombre loco, Farsas de las dos que se quedaron para vestir santos, Prud’Homme: La historia de una canción…
Sobre la obra Se Busca un hombre honesto el Prof. Juan Bosch dijo que se trataba de una obra excepcional porque era un episodio de la historia nacional que todo el pueblo conocía y por lo tanto quería ver representado lo que a ese pueblo le había sucedido.
El teatrista Radhamés Polanco en sus palabras de presentación del libro sobre las Sátiras Políticas afirma: si se busca a un dramaturgo, ya lo hemos encontrado, es, Franklin Domínguez.
¡El más sobresaliente!
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