Yo, Marino Zapete, doy fe de que el sacerdote Abrahám Apolinario no me ha autorizado a publicar esta información, pero me parece que su contenido es tan trascendente y verdadero que debo correr el riesgo de ser demandado por compartirla con ustedes. No dejen de leerla.
En un primer momento pensé publicar esta propuesta, pero luego alguien me sugirió compartirlo con la familia, hacerlo llegar a aquellos de nuestra Iglesia que pueden tomar una decisión en este punto. Creo que es mejor de esa forma y por eso le hago llegar esta propuesta.
Como sacerdote, he tenido que trabajar principalmente en barrios pobres de los alrededores de Santo Domingo: Pasé ocho años en La Zurza, cerca del Mercado de la Duarte; otros seis en La 40 de Cristo Rey y siete en Villa Mella. Trabajo desde hace un año en Capotillo.
En los últimos 20 años he visto el auge de la venta y el consumo de la drogas que, ante la indiferencia de algunas de nuestras autoridades y con la complicidad de dos o tres jueces, está destruyendo lo mejor de nuestra juventud.
Otro fenómeno, aunque de más largo trayecto, es el aumento del alcoholismo.
Nuestras más viejas compañías licoreras tienen más de un siglo (lo anuncian con orgullo), pero el consumo masivo, la propaganda agresiva y bien dirigida, es algo reciente.
El consumo de alcohol y su consecuente daño a la familia y a la juventud es alarmante. Los hombres y las mujeres dominicanas, especialmente los adolescentes, beben cada vez más. Parece haber una estrecha relación entre este creciente consumo y el alto índice de embarazos entre las adolescentes.
Se ha establecido una relación directa entre los accidentes de transito y el consumo de alcohol. Cada día mueren 15 personas en nuestras calles y carreteras. La mayoría son jóvenes que utilizan motocicletas.
El Premio de Brugal y Compañía
Dejando a un lado la fuerte publicidad que tienen las casas licoreras en los eventos deportivos y culturales, algo ya prohibido en muchos países, y su cuota en la desaparición de muchas de nuestras fiestas patronales, quiero referirme a la participación de la Iglesia Católica en el premio millonario "Brugal cree en su gente", que se otorga desde hace trece años.
Si revisamos los nombres de quienes encabezan la lista de los "premiados", encontramos que la mayoría son religiosos, religiosas e instituciones católicas.
El equipo de publicidad de Brugal "ha dado un palo", como dice nuestra gente, al seleccionar a los Salesianos, Jesuitas, Capuchinos, a varias de nuestras congregaciones femeninas y a algunas de nuestras parroquias diocesanas, para presentarlos como "la gente que trabaja a favor de los pobres" y que merecen el reconocimiento del Ron Brugal.
¿Qué mensaje trasmite este premio anual?
Pienso que el siguiente: "Nosotros el Ron Brugal, no el Papa, ni el General de los Jesuitas, o el Rector Mayor de los Salesianos, o el General de los Capuchinos, tampoco el Superior de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, mucho menos el Sr. Cardenal o los señores Obispos; tampoco las comunidades católicas, saben NI PUEDEN saber quién trabaja por el Evangelio…QUIEN SABE ESO en República Dominicana es: Brugal y Compañía"
Al recibir el premio de un grupo económico, que se ha enriquecido del auge que ha tenido el consumo de alcohol, estamos apoyando no sólo la venta de este producto, sino que nos estamos solidarizando con su estilo publicitario y la forma agresiva como empujan a nuestra gente, especialmente a nuestros adolescentes y jóvenes a beber ron.
Lo mismo se aplica a la Cerveza Presidente, cuyo principal ejecutivo recibió recientemente un funeral de héroe nacional.
La Biblioteca de nuestra más antigua universidad Católica lleva el nombre de un conocido ron dominicano: "J. Armando Bermúdez"
¿Qué pensaríamos, le preguntaba hace poco a la comunidad de la parroquia Santo Cura de Ars en Capotillo, de una madre que fuera a solicitar ayuda para el entierro al propio asesino de su hijo?
La respuesta indignada que me dio la gente ya la imaginan: "A ninguna madre se ocurriría pedir ayuda de ningún tipo a la persona que le quitó la vida a su hijo"
Entre los actos más crueles de Trujillo se menciona el haber mandado flores al funeral de algunas de sus víctimas.
El premio de Brugal guarda algún parecido y nosotros debemos hacer conciencia de ello.
El Evangelio de Jesús debe ser anunciado con los medios que él nos dejó. Nos prohibió llevar bastón, mochila y dos túnicas. Sólo con recursos lícitos se debe hacer este anuncio.
Sería impensable para un sacerdote o religiosa aceptar un "reconocimiento de su labor apostólica" de un vendedor de drogas. No creo que se le ocurra a un obispo. Sería desbaratar con los pies lo que hacemos con las manos.
Pero el colmo sería proponer mi nombre o el de mi congregación para ser "premiado" por una persona o grupo que se ha hecho millonario con la venta de droga.
El premio de Brugal y Compañía es fruto de un concurso y los seleccionados deben previamente aceptar su participación. "El proponente deberá hacer constar en su propuesta su propio nombre, dirección y teléfono u otra forma de localización". Debe hacer una reseña de su labor apostólica en el país.
Luego de estudiar los expedientes el comité de Brugal determina quién o quiénes merecen el reconocimiento y recibir el premio, como un estímulo a las "obras de bien social que puedan considerarse como beneficiosas para el país."
Después de sopesar las propuestas, el jurado compuesto por 14 reconocidas personas (George Arzeno Brugal, Franklin Báez Brugal, Osvaldo Brugal Limardo, José Israel Cuello, Jottin Cury, Damaris Defilló, José del Castillo, Manuel García Arévalo, Freddy Ginebra, Hugo González, Zoraida Heredia Vda. Suncar, José Rafael Puig, Marianne Tolentino y Bernardo Vega), le informa al país cuál sacerdote o cuál religiosa está anunciando mejor el Evangelio, cuál de ellos está ayudando más a los mismos pobres, que Brugal está alcoholizando desde hace más de un siglo. Se reparte un millón o dos de pesos de los muchos que ha acumulado a lo largo estos años vendiendo ron.
Propongo que nuestra Iglesia Católica deje de participar en el premio "Brugal cree en su gente". Propongo que se deje de usar la Casa San Pablo, lugar donde se celebró la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, presidida por el Papa Juan Pablo II, para entregar el premio "Brugal cree en su gente".
P. Abraham Apolinario
Párroco de Santo Cura de Ars
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinion nos ayuda a crecer