AUTOR FERNANDO RODRÍGUEZ CÉSPEDES |
Si la educación de los pueblos se
midiera por la forma de manejar de sus ciudadanos, nosotros quedaríamos muy mal
parados a los ojos del mundo, y lo peor es que la forma temeraria de conducir
provoca cada año, miles de muertes y lesionados, especialmente en la población
joven del país.
Resulta alarmante la cifra de 1,500
ciudadanos muertos y 3,000 heridos cada
año en nuestras calles, según datos de la Autoridad Metropolitana de Transporte
(AMET), que atribuye a los accidentes de tránsito, la causa mayor de muertes en
el territorio nacional.
Estas funestas estadísticas son
validadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que nos coloca en el
segundo lugar entre los países del mundo con mayor número de muertes por accidentes de tránsito
en relación a su población, con una tasa de 41.7 por cada 100 mil habitantes.
Es lamentable que nuestro país figure
siempre en lugares preponderantes en las estadísticas negativas de
organizaciones internacionales sin que exista voluntad política para cambiar
una situación que, en este caso, además
de provocar daños físicos y materiales, lesiona nuestra imagen de pueblo
civilizado.
Es loable que existan instituciones privadas
que orienten a los ciudadanos de cómo comportarse cuando conducen un vehículo de
motor, sin menosprecio a los aportes del sector privado, considero que esa debe
ser una tarea de carácter oficial.
Se
impone, urgentemente, una amplia campaña de concienciación por todos los medios
de comunicación; en las escuelas y universidades, al tiempo de aplicar
rigurosamente las leyes de tránsito a los violadores de las mismas, empezando
por los choferes del transporte público, siguiendo con los oficiales, y concluyendo con los conductores privados.
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