En el centro de la investigación se encuentran 1.200 chicas
estadounidenses en edad escolar que no padecen la enfermedad pero que ya
han ofrecido una pista importante sobre los orígenes de la misma.
Algunos factores de riesgo ya se comprendían bastante bien, como una
temprana pubertad, una edad tardía de embarazo o de menopausia, terapia
de sustitución de estrógenos, ingesta de alcohol o exposición a la
radiación.
También se han producido avances en identificar las mutaciones
genéticas vinculadas a la enfermedad, pero estos casos constituyen una
pequeña minoría.
"La mayoría de los cánceres de mama, particularmente en mujeres
jóvenes, no tienen un origen familiar", afirma Leslie Reinlib, directora
de programas de los Institutos Naciones de Ciencias de la Salud Medioambiental.
"Tenemos un 80% que está relacionado con el entorno", afirmó Reinlib,
que forma parte del programa de investigación sobre el cáncer de mama y
el medioambiente (BCERP, por sus siglas en inglés) que ha recibido 70
millones de dólares de financiación del gobierno estadounidense desde
2003.
Alguno de sus investigadores estudian lo que está pasando en la
población humana, mientras que otros examinan cómo elementos
cancerígenos, contaminantes y de la dieta afectan el desarrollo de la
glándula mamaria y los tumores de pecho en los ratones de laboratorio.
Pubertad temprana
El principal foco del programa se centra en la pubertad ya que en su
aparición temprana "es probablemente una de los mejores elementos de
predicción de cáncer de mama en mujeres", afirmó Reinlib.
La pubertad es un momento de gran desarrollo del tejido mamario. Las
investigaciones en los sobrevivientes de la bomba atómica de Hiroshima
en Japón ha demostrado que aquellos que estuvieron expuestos en la
pubertad tenían mayores posibilidades de desarrollar cáncer al ser
adultos.
Las 1200 chicas que participaron en el estudio en ciudades como Nueva
York, el noreste del estado de California y Cincinnati y Ohio,
comenzaron en 2004 cuando contaban entre seis y ocho años de edad.
El objetivo era medir la exposición de las chicas a sustancias
químicas a través de tests de sangre y orina y aprender cómo la
exposición al entorno afecta la aparición de la pubertad y el riesgo de
cáncer en etapas posteriores de la vida.
Los investigadores se dieron cuenta muy rápido que su esfuerzo de
estudiar a las niñas antes de que se iniciara la pubertad no fueron
completamente exitosos.
"A la edad de ocho años, 40% ya estaban en la pubertad", afirma Reinlib. "Esa fue una información sorprendente".
Otras investigaciones confirmaron que las niñas parecen estar
entrando en la pubertad entre seis y ocho meses antes que sus compañeras
lo hicieran en los años 90.
Los resultados iniciales mostraron "por primera vez que ftalatos,
bisfenol (BPA) y pesticidas se encontraron en todas las niñas
examinadas", afirma Reinlib.
Los investigadores se vieron realmente sorprendidos por la
persistencia en la exposición, pero también por datos que parecen
mostrar que algunos plásticos químicos pueden ser no tan determinantes
en el desarrollo del cáncer cómo se temía.
"No encontraron una asociación entre pubertad y ftalatos, que son las
sustancias químicas que se desprenden de botellas de plásticos y
(envases como el) Tupperware", afirmó Reinlib.
Otro de los grandes hallazgos se realizó al examinar las sustancias
químicas en la sangre de dos grupos cercanos en Ohio y Kentucky que
habían consumido agua aparentemente contaminada por residuos
industriales.
Las chicas en el norte de Kentucky tenían niveles de sustancias
químicas en la sangre -ácido perfluorooctanoico (PFOA o C-8) que se
encuentra en la capa de las sartenes antiadherentes de teflon- tres
veces superiores a aquellas que consumían agua del río Ohio cerca de
Cincinnati, donde el agua se filtraba con una tecnología vanguardista.
"En 2012 pusieron (la tecnología) en marcha tras conocer nuestros
resultados preliminares", afirmó la investigadora Susan Pinney,
profesora de la escuela de medicina de la Universidad de Cincinnati. A
las familias también se les notificó la presencia de estos en la sangre
de sus hijas.
Dieta y cáncer
Las sustancias químicas pueden permanecer en el cuerpo durante años.
Los investigadores se desalentaron al comprobar que cuánto más tiempo
habían estado dando de mamar las chicas a sus bebes -algo alentado
debido a los beneficios de salud que tiene para los niños- mayores
niveles de PFOA encontraban en comparación con aquellas chicas que
dieron el biberón.
Lo que no se pudo estudiar en las chicas se ensayó en el laboratorio
de ratones, que en un experimento eran alimentados con dietas altas en
grasa y expuestos a elementos cancerígenos para ver cómo ambos factores
interactuaban.
Los tumores mamarios se desarrollaron mucho más rápido en los que
seguían una dieta alta en grasa, afirmó el científico Richard Schwartz,
del departamento de microbiología y genética molecular de la universidad
estatal de Michigan.
Los ratones gordos tenían más cantidad de sangre en las glándulas
mamarias, un mayor nivel de inflamación y presentaban cambios en el
sistema inmunitario.
Los estudios de seguimiento muestran que el riesgo de contraer cáncer
se mantiene alto incluso cuando los ratones son sometidos a una dieta
alta en grasa en la pubertad que luego se cambia a una dieta baja en
grasas en edad adulta, relató a la AFP.
"El daño ya está hecho", afirmó. "¿Significa esto que los humanos
estamos en riesgo del mismo modo? No lo sabemos aún con certeza",
afirmó.
Pero los resultados refuerzan el consejo que se da a la gente acerca
de cómo mantener una buena salud, evitar comidas grasas, mantener un
peso normal y reducir la exposición a sustancias químicas cuando sea
posible, afirman los expertos.
El cáncer de mama es el más común en mujeres de manera global y acabó
con la vida de 508.000 personas en 2011, según cifras de la
Organización Mundial de Salud. AFP
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