Por Manuel Rodríguez
Bonilla
Miembro Fundador del
Comité de Historia de Mao, Inc.
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Los hechos están demostrando que de aquel lado de la frontera existe un antidominicanismo, un resentimiento contra el pueblo dominicano como nunca lo habíamos imaginado; asimismo, de que existe una clara intención en las autoridades haitianas de fusionar su nación con la nuestra por encima de todo, de conseguir ocupar todo el territorio dominicano como forma de apaciguar sus necesidades, sus males, su pobreza, ante su incompetencia para enfrentar sus propios males. Su propio presidente lo dice y lo confirma (ver entrevista a Martely hecha por Nuria Piera).
Ya existen pueblos en territorio dominicano que sus habitantes son más haitianos que dominicanos, la mayoría de nuestros hospitales y escuelas de Santiago a la frontera y de San Juan a la frontera, atienden más haitianos que a dominicanos; la cantidad que nacen en nuestros hospitales y maternidades son más haitianos que dominicanos; ya estos extranjeros residentes o en tránsito en nuestro país reciben más apoyo de varios medios de prensa, de abogados y otros profesionales de nuestro país que los dominicanos. Esto no puede ser, así no puede ni debe consolidarse una nación.
Es una pena que existan dominicanos inclinados a apoyar
toda esta barbarie. Duarte y los Trinitarios, de seguro que sus cenizas se
están removiendo de indignación.
Una cosa es la solidaridad, que el pueblo y
autoridades dominicanas han demostrado en favor de Haití en demasía, y otra es
dejarnos coger de p…, dejar ultrajar nuestra soberanía y convertir en un caos
el porvenir de nuestra patria. ¿Qué dejaremos a nuestros descendientes, hijos y
nietos? ¿Cómo seremos juzgados por estos en el futuro?
El muro, hasta ahora de dos kilómetros construidos por las
autoridades haitianas en el sur de la frontera __¡Hay si lo hubiéramos iniciado nosotros!__ debe ser continuado
por nuestras autoridades hasta sellar toda la frontera; y construido este,
militarizar toda la frontera llevando allá el asiento de todas las brigadas de
nuestro Ejército Nacional, y en las ciudades costeras de la frontera
(Montecristi y Pedernales) instalar el asiento con todos sus hombres de nuestra
Marina. Y los indocumentados que aquí residen, buscar su residencia o
nacionalidad según sea su interés y cumplimiento de requisitos, como indican
nuestras leyes; de lo contrario, recogidos y entregados a su país. Y mientras
aquí residan, cumplir fielmente con nuestras leyes y costumbres.
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