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jueves, 21 de noviembre de 2013

En casa ajena sí, en la mía no



                 
Escrito por Lavinia del Villar
    

 Una noche, al regresar de visitar a una de mis hermanas, se incendió la luz roja en un semáforo.
     Paré mi vehículo para esperar que la verde me  autorizara a seguir mi camino, mientras notaba con desagrado que los demás que venían en la misma dirección seguían como si no fuera con ellos, o como si la luz roja no existiera. 


     Guaguas llenas de pasajeros, carros, camionetas, yipetas, motores… pasaban a mi derecha y a mi  izquierda, evadiendo el mío que parecía como si estuviera descompuesto, al permanecer esperando.

     En esos momentos me sentí “estúpida e ilógica”, como Marc Anthony en su salsa “¿Y ahora qué?”, y me dieron ganas de hacer lo mismo porque primero, “Una golondrina no hace primavera”, segundo, no había ningún oficial de AMET en los alrededores, y tercero, si la mayoría lo hace, ¿por qué yo no?

     De pronto vino a mi mente una situación similar que se daba a menudo cuando vivíamos en los Estados Unidos: 4 de la madrugada, lugar solitario, no policías en el entorno, y mi esposo y yo parados en la luz roja hasta que la verde nos diera el permiso de proseguir. 

     Entonces me di cuenta que muchas personas que vivieron en ese país, respetaron a cabalidad sus leyes de tránsito, ahora al volver a vivir aquí, contribuyen al desorden que se da en nuestras calles y carreteras por inconsciencia ciudadana.

     Entiendo que el ser humano normalmente aprende a respetar por temor a las consecuencias, y que aquí en la República Dominicana esas consecuencias se arreglan con dinero y un amigo influyente, pero yo me pregunto, ¿Por qué contribuir al orden en países extranjeros y promover el caos en el nuestro? 

     Creo que es hora de hacer un examen de conciencia sobre ¿por qué debemos pararnos en la luz roja?, ¿cuánto nos importa nuestra seguridad y la de nuestros semejantes?, ¿cuál es el objetivo de las señales de tránsito?, ¿cuál es mi responsabilidad como conductor?...
  ¿Por qué en casa ajena sí y en la mía no?

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