POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES |
El anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas
entre Cuba y los Estados Unidos provoca un sentimiento de esperanza entre
quienes creemos en el respeto a la autodeterminación de los pueblos como base
de la paz mundial.
Todavía es prematuro determinar cuál de los dos países sacará
mayor provecho en esta nueva etapa de unas tensas relaciones que se extendieron
con bajas y altas por más de 50 años en perjuicio, principalmente, del pueblo
cubano.
Sin embargo, la apertura anunciada simultáneamente por los
presidentes Barack Obama y Raúl Castro, parece llegar en el momento en que Cuba
más la necesita debido a la precaria situación que vive su amiga y protectora república de Venezuela.
Desde el punto de vista político, el bloqueo económico
decretado por el congreso norteamericano en el 1961 contra Cuba, sirvió durante largos años al gobierno
castrista para justificar muchos desaciertos económicos cometidos por el
régimen.
Contribuyó también a cohesionar el nacionalismo cubano en las
nuevas generaciones que crecieron con muchas limitaciones y precariedades atribuidas siempre a la potencia del norte que
ahora se presenta, sospechosamente, amigable.
En contraposición a los sectores más conservadores de los
Estados Unidos, Obama dio un paso de avance
en las relaciones con su tradicional enemigo político, buscando mejorar su
imagen y hacer un acto de justicia aclamado por la comunidad internacional.
Mientras tanto, en lo que se definen situaciones, y llega el posible levantamiento del bloqueo,
Cuba debe ser cautelosa y cuidarse de
una apertura violenta que puede conllevar la rápida penetración de los elementos más nocivos de la cultura y
vicios del imperialismo, en perjuicio de la sociedad cubana forjada con muchos
sacrificios y privaciones, pero con una alta moral y disciplina revolucionarias.
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