Por Manuel Rodríguez Bonilla |
Los Presidentes de los Estados Unidos y
Cuba, Barack Obama y Raul Castro, acaban de anunciar al mundo la apertura de
relaciones diplomáticas, al tiempo de anunciar un conjunto de medidas en el
campo económico que ponen fin a mas de medio siglo de completo distanciamiento
y enfrentamientos que en ocasiones pusieron en vilo la paz en todo el
continente americano.
Terminada la Segunda Guerra Mundial (1945)
con el triunfo de los Aliados (Estados Unidos, Inglaterra, Rusia y Francia),
los Estados Unidos decidieron poner en sus colas tanto a los países del campo
aliado como a los derrotados, por lo que Rusia al darse cuenta de ese plan
decidió distanciarse del ya coloso americano iniciándose la Guerra Fría, quedando
el mundo dividido en dos grandes bandos encabezados uno por los rusos y el otro
por los norteamericanos.
Con la victoria de Fidel Castro ante la
férrea dictadura de Fulgencio Batista en Cuba en enero del 1959 y decidido a
sacar de la profunda pobreza en que estaba sumergida Cuba, el Comandante Castro
decide en septiembre del 1960 nacionalizar los bancos y grandes empresas
norteamericanas. Los Estados Unidos, en vez de procurar un diálogo con el nuevo
régimen cubano en búsqueda de compensaciones a favor de los capitalistas
afectados, decide presionar al gobierno de Cuba ejecutando las siguientes
medidas:
a)
A las 5 semanas (octubre del
1960), establece un embargo o impedimento a las exportaciones desde Cuba.
b)
A los 3 meses de las referidas
nacionalizaciones (enero del 1961), rompe con Cuba las relaciones diplomáticas.
c)
Inmediatamente, promueve entre
cubanos que emigraron a los Estados Unidos, la organización de un ejército
invasor que en abril del 1961 (cinco meses después) llega y fracasa a Bahía de
Cochinos.
Ante tanta injerencia y violación a su
soberanía, el Comandante Castro decide unirse al bloque lidereado por Rusia,
proclamando que Cuba iniciaba “una revolución socialista, marxista y
leninista”, dejando claro que se distanciaba del campo de influencia
norteamericano. Por esta decisión tomada por Castro, 10 meses después los
Estados Unidos bajo la presidencia de John F. Kennedy aplica una prohibición
total al comercio con Cuba, impidiendo a toda empresa norteamericana incluyendo
a sus subsidiarias, y posteriormente a todos sus países satélites en el mundo,
a no vender ni comprar producto o servicio alguno a Cuba. Es decir, aislar con
intención de asfixiar por completo a toda la isla caribeña.
A Fidel no le quedó más alternativa que
crear conciencia en todo el pueblo cubano, unirlo como un solo hombre,
estimular su propia producción y resistir de pie con la frente en alto,
enfrentando decenas de tentativas contra su vida y la dignidad misma de su
pueblo.
Bajo el inventado pretexto de que “el gobierno de Castro viola los
derechos humanos”, Estados Unidos ha mantenido por décadas el bloqueo económico, comercial y financiero
contra Cuba, no obstante Amnistía Internacional declarar en su informe del 2012
que “Cuba es el país de América que menos viola los derechos humanos”, y la
Asamblea General de las Naciones Unidas en múltiples ocasiones resolutar por
amplísima mayoría de que el bloqueo contra Cuba sea levantado por
injustificado.
Hoy, 53 años después, Estados Unidos
reconoce el fracaso de su belicosa política contra la mayor de las Antillas y
de que durante el transcurrido medio siglo el aislado ha sido la nación
norteamericana, demostrando haber perdido una batalla a todas luces injusta y
antihumana.
Independientemente de simpatías políticas o
ideológicas, hay que reconocer que Goliat ha perdido nueva vez ante David. La
historia recogerá a Fidel, como un gigante de su tiempo.
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