La
reciente muerte de un gerente chino durante una protesta de mineros por
la condiciones laborales en Zambia puede ser un hecho aislado, la
"chispa que enciende la pradera" o un episodio revelador sobre la
compleja relación entre África y China.
El gobierno salió a asegurar a los inversores
extranjeros y la comunidad china que "no tienen nada que temer". En un
intento de despolitizar el hecho, el ministro de trabajo de Zambia,
Fackson Shamenda, lo atribuyó a "una banda criminal que se aprovechó de
la protesta".
Ni la historia de la mina en
particular, ni la del propio partido de gobierno parecen abonar esta
tesis. En 2006, la mina de carbón Collum, propiedad privada de
empresarios chinos, fue acusada por el gobierno anterior de tratar a sus
trabajadores "como cerdos a los que se patea y apalea como si no fueran
humanos".
En octubre de 2010, dos gerentes de la mina
dispararon indiscriminadamente contra una manifestación de trabajadores y
fueron luego absueltos por la justicia de Zambia.
En 2011, el Frente Patriótico ganó las
elecciones con una retórica claramente antichina que se nutrió de todos
estos episodios. Pero ya en el gobierno moderó su lenguaje y su
conducta. Como quien se somete a la gravitación natural de las cosas, el
primer encuentro diplomático que tuvo el presidente electo Michael Sata
fue con el embajador de China en Zambia.
Según Merlin Linehan, director de China in Africa, una organización dedicada al análisis de las compañías chinas en África, Sata se rindió a la realidad.
"Las inversiones chinas en Zambia constituyen un
20% de su Producto Interno Bruto (PIB). Sata tuvo que adaptarse a esta
realidad. Lo que sucedió en la mina es lamentable, pero no creo que sea
un reflejo de lo que ocurre con China en el resto de África. La mayoría
de los proyectos chinos en en continente han funcionado sin problemas",
le dijo Lineghan a BBC Mundo.
Quizás, pero la retórica antichina aparece con
creciente frecuencia en los partidos de oposición de diferentes países
africanos, señal de un malestar subyacente.
¿Neoimperialismo chino?
China ha desplazado a Estados Unidos como principal socio de África, triplicando desde 2006 su comercio con el continente.
Ni siquiera la actual crisis económica parece
afectar la salud del comercio bilateral: en los primeros cinco meses de
este año se registró un salto del 20% en los intercambios.
Una tercera parte del petróleo que consume China
proviene de África, sobre todo de Angola. Un 20% del algodón que
necesita para su industria textil le llega de Benín, Burkina Faso y
Mali.
En julio, en una cumbre en Pekín a la que
asistieron 50 jefes de Estado de África, el presidente chino, Hu Jintao,
prometió créditos por US$20.000 millones para la inversión en
estructura y "desarrollo sostenible".
China rechaza la acusación de neoimperialismo,
subrayando que la balanza comercial con el continente es equilibrada y
que sus créditos son blandos y sin las condicionalidades del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que exigen duros
planes de ajuste a cambio de financiamiento.
Pero un informe de Human Rights Watch
sobre condiciones laborales en las minas en Zambia, publicado en 2011,
pinta un panorama de explotación colonial. El título del reporte es
elocuente: "Si se niega, lo echamos".
"Las relaciones laborales en Zambia muestran
todo tipo de abusos, sea respecto al sueldo que muchas veces está por
debajo del salario mínimo, a las condiciones de seguridad y sanitarias o
bien a la represión de la actividad sindical", reconoce Merlin Linehan,
el director de China in Africa.
La exportación del modelo chino
No es que las condiciones laborales sean mejores en China.
La reforma constitucional impulsada por Deng
Xiao Ping en 1982 suprimió el derecho de huelga, y los sindicatos son
apéndices del Partido Comunista.
"Algunas compañías chinas me dicen que cuando ofrecen pago especial por trabajar los fines de semana, los africanos no lo aceptan. En China estarían felices. Acá quieren disfrutar la vida."
Wang You, embajada de China en Zambia
En las minas de carbón, que suministran el 70%
de las necesidades energéticas del país, las condiciones laborales son
probablemente peores que en África. Según cifras oficiales, el promedio
de muertes por accidentes es de unas 2.600 personas por año.
Con la apertura económica de la década de los
años 80, China se convirtió en un lugar donde la regla social más
importante es la máxima de Deng Xiao Ping de que "enriquecerse primero
está bien".
Las empresas, acostumbradas a ignorar las
regulaciones en China, se comportan de la misma manera en el exterior.
La petrolera china Sinopec realizó exploraciones en el Parque Nacional
de Gabón. Según le dijo a The Economist el ministro de Medio Ambiente de Zimbawe, las multinacionales chinas operan como "bucaneros buscadores de oro".
Y no se trata simplemente de la conducta de las
grandes corporaciones. Decenas de miles de emprendedores chinos han
emigrado a África. En el mercado de Lusaka, esta presencia china bajó el
precio del pollo a la mitad y el del repollo en un 65%. En Dar es
Salaam, la capital comercial de Tanzania, la competencia con los
trabajadores locales fue tal que se les prohibió vender en los mercados.
¿Qué diría Confucio?
La proverbial ética laboral china ("trabajar como un chino") reduce precios a puro sudor en la frente.
Wang You, consejero económico de la embajada China en Zambia, cree que esta diferencia cultural es clave.
"Algunas compañías chinas me dicen que cuando
ofrecen pago especial por trabajar los fines de semana, los africanos no
lo aceptan. En China estarían felices. Acá quieren disfrutar la vida",
subraya Wang You.
El contraste cultural es indudable.
La columna vertebral del milagro chino, los 200
millones de migrantes laborales internos, son campesinos que van a las
ciudades para conseguir el trabajo en las condiciones que fueren para
cumplir con su sagrado deber hacia padres e hijos.
Los salarios que aceptan en China son muchas veces menores a los que las compañías chinas pagan en África.
Pero como le indicó a BBC Mundo la taiwanesa Hsiao-Hung Pai, autora de "Chinese Wispers y Scattered Sand",
dos estudios clave sobre la migración interna y externa chinas, este
aparente rasgo cultural se da en el contexto de condiciones
socioeconómicas extremas.
"Estos trabajadores no tienen jubilación ni una
cobertura sanitaria o educativa. No tienen derechos sindicales
reconocidos. El hecho de que en estas condiciones agachen la cabeza y
solo piensen en enviar dinero a sus familias no es extraño. ¿No pasa lo
mismo en América Latina?", le dijo Pai a BBC Mundo.
Visto desde esta perspectiva, el problema no es
un determinismo cultural sino las relaciones de poder que ha establecido
China en su turbulenta historia contemporánea.
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