No se la dijeron. La inventó él camino al
espacio, pero se la guardó hasta el momento de pronunciar aquellas
famosas palabras, que marcaron la llegada del hombre a la Luna: "Es un
pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad".
Así lo cuenta quien fuera corresponsal de la
BBC para asuntos aeroespaciales en aquellos tiempos históricos, Reg
Turnill. Aquí comparte sus recuerdos de Neil Armstrong, el astronauta
fallecido este sábado a los 82 años de edad, primero en estampar su
huella en la superficie lunar y autor de la célebre frase.
Cubrí todas las misiones espaciales
tripuladas para la BBC, tanto para radio como para televisión. Crecí con
los astronautas y viví con ellos.
Cuando el Apolo XI (el primero en aterrizar en
la Luna en julio de 1969) despegó, lo cubríamos todo el tiempo. Era lo
que hoy los medios llaman "información continua", mucho antes de que ese
término fuera inventado. Todo se hacía en vivo, pero de una manera muy
cruda. La Nasa le daba toda la información a la prensa.
Era cosa rutinaria para mí estar en el Cabo
(Cañaveral, el Centro Espacial Kennedy en Florida) para los lanzamientos
y despegues. Tomaba 60 horas llegar a la Luna, así que esperábamos
hasta que el cohete estuviera en órbita para salir corriendo como locos
del Control de Lanzamiento al Control de Misión (ubicado en Houston,
Texas).
Los astronautas decidían entre ellos quiénes
iban a efectuar varias de las misiones. Así fue como se supo que
Armstrong sería el primer hombre en la Luna. Era algo organizado desde
hacía años.
"Decisivo"
Armstrong siempre dijo que sólo decidió qué
decir ("Un pequeño paso para el hombre, un salto gigante para la
Humanidad") en el camino al destino. Nunca lo discutió con sus colegas
Michael Collins y Buzz Adrin, aunque ellos trataron de sacarle la
información.
Él era el único piloto de pruebas civiles, que
fue reclutado en los inicios del programa espacial. Los demás eran
pilotos militares.
Estaba muy bien entrenado y tenía una gran
habilidad para tomar decisiones en fracciones de segundos. Cuando el
Apolo XI llegó al punto de sobrevolar la superficie lunar, Neil
Armstrong tuvo 20 segundos para decidir si continuaba o abortaba la
misión. Tenía que ser muy decidido.
Cuando tocó alunizar, habían pasado años simulando cómo sería. Cuando ocurrió en la realidad, fue como otro ensayo.
Se había dado por sentado que si Armstrong o
Aldrin se rompían un tobillo o resultaban lesionados en la superficie
lunar, el astronauta sano no podría ayudarlo a regresar a la nave,
porque había que subir una larga escalera. En ese caso hubiera tenido
que morir en la Luna.
"Conspiración"
Armstrong era un hombre muy solitario. Se cansó
de que le preguntaran "¿qué se siente haber sido el primer hombre en la
Luna?" y dejó de dar entrevistas. De todos los astronautas era el más
huraño. Era un "cerebrito".
No hubo resentimientos por parte de Aldrin o
Collins hacia Armstrong, al menos que uno pudiera detectar. Eran
astronautas profesionales. Pero cuando terminaban de trabajar, todos se
iban a casa. Nunca socializaban juntos.
En ese entonces había una carrera espacial entre
Rusia (Unión Soviética) y Estados Unidos para colocar al primer hombre
en la Luna, y Estados Unidos la ganó por muy poco.
Hoy en día Rusia y EE.UU. trabajan juntos en la Estación Espacial Internacional.
Algunos dicen que la llegada del hombre a la
Luna fue falsa (que fue un montaje en el desierto de Arizona), pero si
fue simulada y falsa, entonces yo fui parte de la conspiración.
Reg Turnill es el autor del libro "Los alunizajes: el relato de un testigo"
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