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viernes, 5 de noviembre de 2010

DANTE OPINA SOBRE EL TERMINO RABINO

Dante Michelena
Un dato referido a este tema:

Los autores de los evangelios hacen muchos más intentos de quitarle la culpa y la responsabilidad a Roma.

Uno de ellos es el aparente ofrecimiento de una dispensa que hace

Pilato, su disposición a liberar al preso que elija la multitud. Según los evangelios de Marcos y Mateo, esta era una «costumbre de la fiesta de la pascua». De hecho, no era nada de eso.


Hoy día las autoridades en la materia están de acuerdo en que semejante política por parte de

los romanos no existió jamás y que el ofrecimiento de poner en libertad a Jesús o a Barrabás

es pura ficción. La resistencia de Pilato a condenar a Jesús y su sumisión a regañadientes a las

presiones de la multitud parecen ser igualmente ficticias. En realidad, hubiese sido

impensable que un procurador romano —y especialmente un procurador tan despiadado como

Pilato— se inclinara ante la presión de una chusma. Por otra parte, el propósito de estas

ficciones es bastante claro: exonerar a los romanos, cargarles la culpa a los judíos y, por

ende, hacer que Jesús fuese aceptable para un público romano.

Es posible, desde luego, que no todos los judíos fuesen totalmente inocentes. Aunque

temiera a un rey-sacerdote con derecho al trono, la administración romana no podía

embarcarse abiertamente en actos de provocación, actos que podían precipitar una rebelión a

gran escala. Ciertamente, a Roma le resultaría más conveniente que el rey-sacerdote fuese,

en apariencia, traicionado por su propio pueblo. Es, pues, concebible que los romanos

empleasen a ciertos saduceos en calidad, digamos, de agentes provocadores. Pero aunque

tal fuera el caso, el hecho ineludible sigue siendo que Jesús fue víctima de la administración

romana, de un tribunal romano, de una sentencia romana, de la soldadesca romana y de una

ejecución romana, una ejecución que, en su forma, era reservada exclusivamente para los

enemigos de Roma. Jesús no fue crucificado por haber cometido delitos contra el judaismo,

sino por delitos contra el imperio.



¿Quién era Barrabás?

6) ¿Hay alguna prueba en los evangelios de que Jesús realmente tuviese hijos?

No hay nada explícito. Pero, por supuesto, se consideraba normal que los rabís tuvieran

descendencia; y si Jesús era un rabí, hubiese sido sumamente insólito que no tuviera hijos. A

decir verdad, habría sido insólito que no tuviese hijos tanto si era rabí como si no. Es cierto

que estos argumentos en sí mismos no constituyen una prueba concluyente. Pero hay pruebas

de un tipo más concreto, más específico. Estas pruebas consisten en el individuo elusivo que

figura en los evangelios bajo el nombre de Barrabás, o, para ser más exactos, de Jesús

Barrabás, pues éste es el nombre con el que se le identifica en un primitivo manuscrito del

evangelio de Mateo. La coincidencia es cuando menos notable.

Los eruditos modernos no están seguros de cuál es la derivación y el significado de «Barrabás».

Puede que «Jesús Barrabás» sea una corrupción de «Jesús Berabbi». «Berabbi» era un título

que se reservaba para los rabís más encumbrados y estimados, y se colocaba detrás del

nombre de pila del rabí. Por consiguiente, «Jesús Berabbi» pudiera referirse al propio Jesús.

Otra explicación podría ser que al principio «Jesús Barrabás» signifícase «Jesús bar Rabbi»:

«Jesús, hijo del rabí». No se encuentra en ninguna parte testimonio alguno de que el padre

del propio Jesús fuera un rabí. Pero si Jesús tuvo un hijo al que bautizaron con su propio

nombre, es seguro que dicho hijo se llamaría «Jesús bar Rabbi». Existe también otra

posibilidad. «Jesús Barrabás» puede derivarse de «Jesús bar Abba»; y dado que «Abba»

significa «padre» en hebreo, «Barrabás» significaría «hijo del padre», lo cual constituiría una

designación sin sentido a menos que el «padre» sea especial por alguna razón. Si el «padre»

era realmente el «Padre Celestial», entonces, una vez más, «Barrabás» podría referirse al

propio Jesús. Por otra parte, si el «padre» es el propio Jesús, «Barrabás» se referiría a su

hijo.

Sean cuales fueren el significado y la derivación del nombre, la figura de Barrabás es

curiosísima. Y cuanto más se reflexiona sobre el episodio relativo a él, más evidente resulta

que se trata de algo irregular y que alguien intenta ocultar algo. En primer lugar, el nombre

de Barrabás, al igual que el de la Magdalena, parece haber sido sometido a una

denigración deliberada y sistemática. Del mismo modo que presenta a la Magdalena como

una ramera, la tradición popular presenta a Barrabás como un «ladrón». Pero, si Barrabás

era alguna de las cosas que su nombre sugiere, no es probable que fuera un ladrón vulgar y

corriente. En tal caso, ¿por qué denigrarían su nombre? A no ser que en realidad fuera otra

cosa, algo que quienes redactaron el Nuevo Testamento no querían que llegase a conocimiento

de la posteridad.



Hablando en rigor, los evangelios propiamente dichos no presentan a Barrabás como un

ladrón. Según Marcos y Lucas, es un preso político, un rebelde al que se acusa de

asesinato e insurrección. Sin embargo, en el evangelio de Mateo, se califica a Barrabás de

«preso notable». Y en el cuarto evangelio se dice que Barrabás es (en griego) un lestai

(Juan, 18, 40). Esta palabra puede traducirse por «ladrón» o por «bandido». No obstante,

en su contexto histórico significaba algo muy distinto. Lestes era, de hecho, el término

que habitualmente aplicaban los romanos a los zelotes, los fanáticos revolucionarios

nacionalistas que venían fomentando la agitación social desde hacía algún tiempo. Dado

que Marcos y Lucas coinciden en que Barrabás es culpable de insurrección, y dado que

Mateo no contradice tal afirmación, podemos concluir con confianza que Barrabás era un

zelote.

Pero esta no es la única información que se encuentra sobre Barrabás.

Según Lucas, había estado involucrado en «disturbios», «sedición» o «motines» recientes en la

ciudad. La historia no menciona para nada ningún desorden de este tipo en Jerusalén por

aquel entonces. Los evangelios, en cambio, sí lo hacen. Según los evangelios, se habían

producido disturbios avieos en Jerusalén hacía sólo unos días, cuando Jesús y sus seguidores

volcaron las mesas de los prestamistas en el templo. ¿Fueron estos los disturbios en que se

vio envuelto Barrabás y que motivaron su encarcelamiento? Ciertamente, parece probable que

sí. Y, en tal caso, hay una conclusión obvia: que Barrabás formaba parte del séquito de

Jesús. Según los eruditos modernos, la «costumbre» de poner en libertad a un preso con

motivo de la pascua no existía. Pero, aun en el caso de que existiera, la elección de

Barrabás con preferencia a Jesús no tendría sentido. Si Barrabás era en verdad un vulgar

delincuente, culpable de asesinato, ¿por qué iba el pueblo a pedir que se le respetase la vida?

Y si realmente era un zelote o un revolucionario, es improbable que Pilato pusiera en libertad

a un personaje que representaba un peligro en potencia en lugar de soltar a un visionario

inofensivo, que estaba dispuesto, de manera ostensible a «dar al César...». De todas las

discrepancias, incongruencias e improbabilidades de los evangelios, la elección de Barrabás se

cuenta entre las más notables e inexplicables. Es evidente que detrás de una invención tan

torpe y confusa se esconde algo.

Un autor moderno ha propuesto una explicación intrigante y plausible. Sugiere que

Barrabás era el hijo de Jesús y que Jesús era un rey legítimo. Si fuera éste el caso, la

elección de Barrabás tendría sentido. Hay que imaginarse a un populacho oprimido que se

encuentra ante el exterminio inminente de su gobernante espiritual y político: el mesías cuyo

advenimiento había sido tan prometedor. En tales circunstancias, ¿no sería la dinastía más

importante que el individuo? ¿Acaso la preservación de la estirpe no sería lo principal y tendría

precedencia sobre todo lo demás? ¿Acaso un pueblo, al tener ante sí una elección tan

terrible, no preferiría ver cómo se sacrificaba a su rey con el fin de que sobrevivieran sus

vastagos y su linaje? Si éste sobrevivía, al menos habría esperanza para el futuro.

Ciertamente, no es imposible que Barrabás fuera hijo de Jesús. Generalmente se cree

que Jesús nació en el año 6 a. de C. aproximadamente. La crucifixión tuvo lugar en 36 d.

de C. como máximo, lo cual significaría que Jesús contaba a lo sumo cuarenta y dos años

de edad. Pero aun en el supuesto de que tuviera sólo treinta y tres años al morir, todavía

hubiese podido engendrar un hijo. De acuerdo con las costumbres de la época, hubiera

podido casarse a una edad muy temprana, por ejemplo, a los dieciséis o a los diecisiete

años. Sin embargo, aunque no se casara hasta los veinte años, aún hubiera podido ser

padre de un hijo de trece años, el cual, de acuerdo con la costumbre judaica, hubiera sido

considerado como un hombre. Y, por supuesto, puede que tuviera otros hijos. Estos

antes de la crucifixión.



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