Dante Michelena |
Un dato referido a este tema:
Los autores de los evangelios hacen muchos más intentos de quitarle la culpa y la responsabilidad a Roma.
Uno de ellos es el aparente ofrecimiento de una dispensa que hace
Pilato, su disposición a liberar al preso que elija la multitud. Según los evangelios de Marcos y Mateo, esta era una «costumbre de la fiesta de la pascua». De hecho, no era nada de eso.
Hoy día las autoridades en la materia están de acuerdo en que semejante política por parte de
los romanos no existió jamás y que el ofrecimiento de poner en libertad a Jesús o a Barrabás
es pura ficción. La resistencia de Pilato a condenar a Jesús y su sumisión a regañadientes a las
presiones de la multitud parecen ser igualmente ficticias. En realidad, hubiese sido
impensable que un procurador romano —y especialmente un procurador tan despiadado como
Pilato— se inclinara ante la presión de una chusma. Por otra parte, el propósito de estas
ficciones es bastante claro: exonerar a los romanos, cargarles la culpa a los judíos y, por
ende, hacer que Jesús fuese aceptable para un público romano.
Es posible, desde luego, que no todos los judíos fuesen totalmente inocentes. Aunque
temiera a un rey-sacerdote con derecho al trono, la administración romana no podía
embarcarse abiertamente en actos de provocación, actos que podían precipitar una rebelión a
gran escala. Ciertamente, a Roma le resultaría más conveniente que el rey-sacerdote fuese,
en apariencia, traicionado por su propio pueblo. Es, pues, concebible que los romanos
empleasen a ciertos saduceos en calidad, digamos, de agentes provocadores. Pero aunque
tal fuera el caso, el hecho ineludible sigue siendo que Jesús fue víctima de la administración
romana, de un tribunal romano, de una sentencia romana, de la soldadesca romana y de una
ejecución romana, una ejecución que, en su forma, era reservada exclusivamente para los
enemigos de Roma. Jesús no fue crucificado por haber cometido delitos contra el judaismo,
sino por delitos contra el imperio.
¿Quién era Barrabás?
6) ¿Hay alguna prueba en los evangelios de que Jesús realmente tuviese hijos?
No hay nada explícito. Pero, por supuesto, se consideraba normal que los rabís tuvieran
descendencia; y si Jesús era un rabí, hubiese sido sumamente insólito que no tuviera hijos. A
decir verdad, habría sido insólito que no tuviese hijos tanto si era rabí como si no. Es cierto
que estos argumentos en sí mismos no constituyen una prueba concluyente. Pero hay pruebas
de un tipo más concreto, más específico. Estas pruebas consisten en el individuo elusivo que
figura en los evangelios bajo el nombre de Barrabás, o, para ser más exactos, de Jesús
Barrabás, pues éste es el nombre con el que se le identifica en un primitivo manuscrito del
evangelio de Mateo. La coincidencia es cuando menos notable.
Los eruditos modernos no están seguros de cuál es la derivación y el significado de «Barrabás».
Puede que «Jesús Barrabás» sea una corrupción de «Jesús Berabbi». «Berabbi» era un título
que se reservaba para los rabís más encumbrados y estimados, y se colocaba detrás del
nombre de pila del rabí. Por consiguiente, «Jesús Berabbi» pudiera referirse al propio Jesús.
Otra explicación podría ser que al principio «Jesús Barrabás» signifícase «Jesús bar Rabbi»:
«Jesús, hijo del rabí». No se encuentra en ninguna parte testimonio alguno de que el padre
del propio Jesús fuera un rabí. Pero si Jesús tuvo un hijo al que bautizaron con su propio
nombre, es seguro que dicho hijo se llamaría «Jesús bar Rabbi». Existe también otra
posibilidad. «Jesús Barrabás» puede derivarse de «Jesús bar Abba»; y dado que «Abba»
significa «padre» en hebreo, «Barrabás» significaría «hijo del padre», lo cual constituiría una
designación sin sentido a menos que el «padre» sea especial por alguna razón. Si el «padre»
era realmente el «Padre Celestial», entonces, una vez más, «Barrabás» podría referirse al
propio Jesús. Por otra parte, si el «padre» es el propio Jesús, «Barrabás» se referiría a su
hijo.
Sean cuales fueren el significado y la derivación del nombre, la figura de Barrabás es
curiosísima. Y cuanto más se reflexiona sobre el episodio relativo a él, más evidente resulta
que se trata de algo irregular y que alguien intenta ocultar algo. En primer lugar, el nombre
de Barrabás, al igual que el de la Magdalena, parece haber sido sometido a una
denigración deliberada y sistemática. Del mismo modo que presenta a la Magdalena como
una ramera, la tradición popular presenta a Barrabás como un «ladrón». Pero, si Barrabás
era alguna de las cosas que su nombre sugiere, no es probable que fuera un ladrón vulgar y
corriente. En tal caso, ¿por qué denigrarían su nombre? A no ser que en realidad fuera otra
cosa, algo que quienes redactaron el Nuevo Testamento no querían que llegase a conocimiento
de la posteridad.
Hablando en rigor, los evangelios propiamente dichos no presentan a Barrabás como un
ladrón. Según Marcos y Lucas, es un preso político, un rebelde al que se acusa de
asesinato e insurrección. Sin embargo, en el evangelio de Mateo, se califica a Barrabás de
«preso notable». Y en el cuarto evangelio se dice que Barrabás es (en griego) un lestai
(Juan, 18, 40). Esta palabra puede traducirse por «ladrón» o por «bandido». No obstante,
en su contexto histórico significaba algo muy distinto. Lestes era, de hecho, el término
que habitualmente aplicaban los romanos a los zelotes, los fanáticos revolucionarios
nacionalistas que venían fomentando la agitación social desde hacía algún tiempo. Dado
que Marcos y Lucas coinciden en que Barrabás es culpable de insurrección, y dado que
Mateo no contradice tal afirmación, podemos concluir con confianza que Barrabás era un
zelote.
Pero esta no es la única información que se encuentra sobre Barrabás.
Según Lucas, había estado involucrado en «disturbios», «sedición» o «motines» recientes en la
ciudad. La historia no menciona para nada ningún desorden de este tipo en Jerusalén por
aquel entonces. Los evangelios, en cambio, sí lo hacen. Según los evangelios, se habían
producido disturbios avieos en Jerusalén hacía sólo unos días, cuando Jesús y sus seguidores
volcaron las mesas de los prestamistas en el templo. ¿Fueron estos los disturbios en que se
vio envuelto Barrabás y que motivaron su encarcelamiento? Ciertamente, parece probable que
sí. Y, en tal caso, hay una conclusión obvia: que Barrabás formaba parte del séquito de
Jesús. Según los eruditos modernos, la «costumbre» de poner en libertad a un preso con
motivo de la pascua no existía. Pero, aun en el caso de que existiera, la elección de
Barrabás con preferencia a Jesús no tendría sentido. Si Barrabás era en verdad un vulgar
delincuente, culpable de asesinato, ¿por qué iba el pueblo a pedir que se le respetase la vida?
Y si realmente era un zelote o un revolucionario, es improbable que Pilato pusiera en libertad
a un personaje que representaba un peligro en potencia en lugar de soltar a un visionario
inofensivo, que estaba dispuesto, de manera ostensible a «dar al César...». De todas las
discrepancias, incongruencias e improbabilidades de los evangelios, la elección de Barrabás se
cuenta entre las más notables e inexplicables. Es evidente que detrás de una invención tan
torpe y confusa se esconde algo.
Un autor moderno ha propuesto una explicación intrigante y plausible. Sugiere que
Barrabás era el hijo de Jesús y que Jesús era un rey legítimo. Si fuera éste el caso, la
elección de Barrabás tendría sentido. Hay que imaginarse a un populacho oprimido que se
encuentra ante el exterminio inminente de su gobernante espiritual y político: el mesías cuyo
advenimiento había sido tan prometedor. En tales circunstancias, ¿no sería la dinastía más
importante que el individuo? ¿Acaso la preservación de la estirpe no sería lo principal y tendría
precedencia sobre todo lo demás? ¿Acaso un pueblo, al tener ante sí una elección tan
terrible, no preferiría ver cómo se sacrificaba a su rey con el fin de que sobrevivieran sus
vastagos y su linaje? Si éste sobrevivía, al menos habría esperanza para el futuro.
Ciertamente, no es imposible que Barrabás fuera hijo de Jesús. Generalmente se cree
que Jesús nació en el año 6 a. de C. aproximadamente. La crucifixión tuvo lugar en 36 d.
de C. como máximo, lo cual significaría que Jesús contaba a lo sumo cuarenta y dos años
de edad. Pero aun en el supuesto de que tuviera sólo treinta y tres años al morir, todavía
hubiese podido engendrar un hijo. De acuerdo con las costumbres de la época, hubiera
podido casarse a una edad muy temprana, por ejemplo, a los dieciséis o a los diecisiete
años. Sin embargo, aunque no se casara hasta los veinte años, aún hubiera podido ser
padre de un hijo de trece años, el cual, de acuerdo con la costumbre judaica, hubiera sido
considerado como un hombre. Y, por supuesto, puede que tuviera otros hijos. Estos
antes de la crucifixión.
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