En un intento de acallar las críticas, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, visitó el viernes por segunda vez la zona afectada en Luisiana por el vertido de crudo del golfo de México.
Obama prometió que "no abandonará" a los habitantes de la región y anunció que triplicará el número de personas que trabajan en las tareas de limpieza y contención en la costa, que actualmente es de 20.000 efectivos.
En declaraciones tras una reunión informativa con los responsables del servicio de guardacostas en la ciudad de Grand Isle, reiteró que BP debe asumir los costes del derrame pero que él, como presidente, es el máximo responsable de la crisis.
"Yo asumo la responsabilidad final para la resolución de esta crisis. Yo soy el presidente y la responsabilidad es mía", declaró Obama.
Yo asumo la responsabilidad final para la resolución de esta crisis. Yo soy el presidente y la responsabilidad es mía
Barack Obama, presidente de Estados Unidos
El editor de Norteamérica de la BBC, Mark Mardell, dijo que el presidente se ha convertido en el objeto de la rabia de los estadounidenses, inicialmente canalizada hacia la empresa British Petroleum (BP).
La brevedad de su visita, de dos horas, difícilmente servirá para calmar los ánimos, agregó Mardell.
Obama sobrevoló la costa, visitó una playa protegida por barreras de contención y fue visto inspeccionando las bolas de alquitrán que habían alcanzado la arena.
Nuevo intento de frenar el derrame
Es la segunda visita de Obama a la zona afectada por el desastre desde que se produjo el accidente.
La visita coincide con la puesta en marcha por BP de un bombeo de lodo para intentar frenar el derrame de crudo en el Golfo de México, luego de una breve interrupción del peligroso procedimiento conocido como "top kill".
Según la compañía, todavía es muy pronto para afirmar si sus más recientes esfuerzos están teniendo éxito, especialmente después de que se estableciera que la cantidad de petróleo que ha salido del pozo submarino dañado es mucho mayor de lo que originalmente se calculó.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que obligará a BP a rendir cuentas por el "terrible desastre".
El mandatario, quien hoy visitará el área afectada en el estado de Luisiana, también anunció una serie de medidas que incluyen la suspensión de permisos para perforaciones submarinas por al menos seis meses.
La venta de concesiones de explotación cerca de las costas de Alaska y Virginia también fue interrumpida.
Obama: "Yo estoy a cargo"
Estas medidas fueron anunciadas poco después de que una encuesta encontrara que el 60% de los estadounidenses están descontentos con la respuesta de su gobierno al derrame.
Obama criticó "la escandalosamente cercana relación" entre la industria y los reguladores.
Según el corresponsal de la BBC en Washington, Adam Brookes, Obama ha enfrentado cada vez más preguntas sobre su nivel de involucramiento en el manejo del desastre.
¿El Katrina de Obama?
El presidente enfatizó el jueves en la Casa Blanca que es su administración, y no BP, la que está a cargo.
Pero reconoció que carecen de la tecnología para intentar reparar el pozo, que yace a aproximadamente a 1,6 kilómetros de profundidad.
Esto significa que, en la práctica, el gobierno de los Estados Unidos depende del gigante petrolero británico.
Breve interrupción
BP suspendió el jueves, por unas pocas horas, el procedimiento "top kill" -que nunca antes se había intentado a tanta profundidad- para monitorear el progreso de la operación.
Pero ya está de nuevo bombeando lodo en el pozo dañado por la explosión, el 20 de abril, de la plataforma Deepwater Horizon, que luego se hundió.
El derrame ya ha afectado a mas de 110 kilómetros de línea costera.
La empresa, que afirma que las labores de limpieza le han costado hasta la fecha US$900 millones, confía en que el procedimiento dé resultado.
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Pero explicó que eso no podrán saberlo sino hasta este viernes por la tarde o más probablemente durante el fin de semana.
Si las cosas salen bien, el siguiente paso sería inyectar cemento para sellar el pozo que, según los últimos cálculos, está virtiendo en el Golfo de México al menos 12.000 barriles de petróleo diarios, lo que excede por mucho al desastre de Exxon Valdez en 1989.
La mancha de petróleo ya ha contaminado más de 100 kilómetros de la costa de Luisiana, amenazando sus frágiles humedales y provocando importantes pérdidas a la industria pesquera.
Científicos estadounidenses advirtieron que la temporada de huracanes –que podrían arrastrar el petróleo a muchas otras zonas y dañar las tuberías- podría ser una de las peores jamás registradas.
Redacción
BBC Mundo
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