Autor Antonio Regalado |
La hidalguía parece haberse despedido de esta tierra en silencio y sin avisar, de ahí que, como diría 'Cambalache', una idea que Enrique Santos Discépolo plasmó en 1934, y que hoy sigue en plena actualidad, “cualquiera es un señor”.
Con mucha frecuencia y sin importar rango ni sexo, alguien saca una espada para atravesar el corazón de hombres y mujeres que por medio de la perseverancia y el esfuerzo en el Señor, han alcanzado la Gracia de Dios y nobles ideales en el Ministerio recibido de Jesucristo.
La Palabra de Dios suministra el consejo de la sabiduría para nuestras conversaciones diarias, como una especie de nutrición para nuestro estilo de vida, tomando en cuenta que mediante las palabras que pronunciamos y que además escribimos, podemos cambiar el rumbo de la historia de una persona, familia, nación, continente, o inclusive, el mundo.
Por eso, cada intervención que hagamos escrita o hablada, dejará una marca para bien o para mal en aquellos que fueron tocados por nuestras intenciones, a veces con sabor a vileza, o con sabor estimable por su contenido y calidad de tiempo y esfuerzo {entrega}, con adorno de ilustre linaje y valores familiares, que marcan para crecer, o para dejar un sabor amargo en las profundidades del corazón.
Dios está dispuesto a dirigir nuestros caminos que por ÉL son ordenados, pero nosotros debemos estar receptivos a tomar su consejo y no cambiar su dirección para nuestras vidas.
Considera detenidamente su pensamiento, porque obra para bien.
Él dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios.” Proverbios 4:23-24.
Oración y bendición:
Señor, en este día, tu presencia infinita me llena de tu gozo. Hoy se abren nuevas oportunidades para mi vida, mi copa está boca arriba dispuesta para recibirlas.
Dirijo mi súplica hacia ti, confiado por la fe de que me escuchas con oídos dispuestos y solícitos, en ti encuentro a ese Padre diligente, servicial, amable, cariñoso, cortéz y entrañable, que te compadece de las situaciones desfavorables de tus hijos e hijas por tus muchas misericordias.
Te pido que me guarde de no hacer daño a nadie, que mis palabras sean dirigidas por ti para edificar y no humillar ni maltratar a mi prójimo.
Padre, guarda mi lengua de mal, y mis labios de hablar engaño [que sean instrumentos pacto útil para honrarte}, quiero ser testimonio de tu Gracia y Misericordia.
Transforma mis odres viejos por nuevos y vacía tu vino nuevo sobre mí, para que siendo una nueva vasija, poder estar en capacidad de recibir la Unción de tu Espíritu Santo.
Gloria Al Padre, a Jesucristo y al Espíritu Santo, en el nombre de Jesús. Amén.
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