Ramón Santana |
Palabras pronunciadas por el
Sr. Evelio Martínez ante el féretro del recordado amigo Ramón Expedito
Santana (Manito), el jueves 18 de junio del 2015.
Foto: Momento en que los miembros de la Fundación Héroes y Mártires de Mao y la Provincia Valverde (FUNDHEMAVA), encargada de concluir el monumento a los héroes y mártires maeños, tomaban juramento en agosto de 2013.
Foto: Momento en que los miembros de la Fundación Héroes y Mártires de Mao y la Provincia Valverde (FUNDHEMAVA), encargada de concluir el monumento a los héroes y mártires maeños, tomaban juramento en agosto de 2013.
Buenas noches, compueblanos y amigos de Manito.
Para hablar de Manito Santana tendríamos que pedirle permiso a la solidaridad y la entrega, porque eso fue Manito, un dechado de ambas virtudes y las practicaba en demasía con sus conciudadanos.
Su último acto de solidaridad y entrega le llevó a Mao, su pueblo que tanto amó y quiso, empeñado en levantar un monumento a los héroes maeños que dieron y entregaron sus vidas por el lar nativo. Seguido llegó a Mao convocó una reunión con los miembros de un comité que se había formado y al que yo pertenezco junto a Fernando Ferreira, la profesora Lavinia del Villar y Augusto Sarita. Era un sábado del mes de marzo y temprano en la mañana yo le llamé para decirle que ya Fernan estaba en Mao y que yo no pude ir; me interrumpió y me dijo: "Comandante, yo no he podido ver a Fernan, tengo un terrible dolor de cabeza que me está partiendo la frente; me tomé unos calmantes y espero verle ahorita, ya nos comunicamos". En la tarde supe que fue llevado a Santiago y allí perdió el conocimiento y le diagnosticaron un tumor. Su diligente esposa Leonor fue a buscarlo y lo trasladó a esta ciudad de Nueva York donde no recobró el conocimiento y el Señor lo llamó a su morada eterna. Un acto de solidaridad y entrega permanente le trajo a este trance de muerte. Ese ser humano entregado a los suyos fue Manito Santana.
Yo puedo dar testimonio de las fibras patrióticas que adornaban a Manito, cuando en uno de sus últimos viajes me llamó y me dijo: "Comandante; yo quiero ir con usted a la zona donde ustedes pelearon y ver dónde estaba el comando de Mao".
Claro que iremos, le dije. Así, nuestra primera parada del periplo que iniciamos fue en la emblemática calle Padre Billini, casi esquina 19 de Marzo donde estuvo alojado el comando de Mao. Continuamos el recorrido patriótico, como Manito llamó al mismo para llegar al Edificio Copello, en la emblemática Calle El Conde, bandera de lucha constitucionalista y sede de la presidencia del inmenso Coronel Caamaño. La siguiente parada nos llevó a la zona que nosotros llamamos de los bancos, en la calle Isabel la Católica donde se libraron los fieros combates del 14 y 15 de junio contra el invasor gringo, mientras le contaba de aquellos combates y lucha, yo veía como Manito se erizaba y me dijo: "¡Carajo, comandante, yo hubiese querido estar aquí con ustedes!". Así era ese ser humano que descansa ahí y hoy despedimos con el alma transida de dolor.
Cierto día por una de esas calles de Mao nos encontramos con un luchador revolucionario en no muy buenas condiciones, me dijo Manito: "A ese tipo de hombre es que yo quiero que honremos con un monumento .¡Vamos a hacerlo, comandante!", me repitió.
En honor a esa petición, a ese sueño que llevó como un sino y que se va sin verlo terminado, pongámonos de pies para tributarle a Manito no sólo un aplauso de vida, sino un juramento con la mano en alto de que terminaremos el monumento a los héroes de Mao.
¡El monumento va!
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