Escrito por Tiberio Castellanos |
(El libro puede adquirirse en Cuesta Centro, en Santo Domingo)
Estuve buscando
el evento de los Perozo. En el libro aparecen tres Perozos. Masú
Perozo, Dominicana Perozo, y José Luis Perozo, mienbros de esa mártir
familia. Pero no son los Perozo que busco. Ese evento al que me refiero
y del que no tengo mucha información, no
sé si fue un levantamiento al estilo de los de Desiderio Arias y otros
caudillos; si fue un complot; o si fue sólo una frustrada emboscada.
El caso es que yo he leído, un poco a la carrera, un email que no
recuerdo quien me envió donde se hablaba de que uno de los que estaba en
el grupo fue enviado a la ciudad a buscar algo, y que
éste denunció o delató al grupo.
Esto coincide con mis
recuerdos de aquella narración de Castillito. Ese primo mío estuvo un
tiempito en el Ejército y contaba en mi casa sus aventuras como guardia.
Un día, contó aquello que yo recuerdo muy borrosamente, pues tendría
entonces ocho o nueve años. Sí, que vino uno del grupo y delató el
asunto. Que éste dijo, volveria al grupo. Que estaria vestido de un modo
que se diferenciara de los demás.
No preciso ahora si dijo que estaría
en camiseta o en calzoncillo. Lo que si recuerdo es que mi primo dijo
que los guardias, al disparar al grupo, no tomaron en cuenta aquel
detalle del infiltrado o traidor, y los mataron a todos, incluído el
delator.
Especulo yo, que se trataba de una
emboscada en un sitio por donde
iba a pasar Trujillo. Pero no tengo la menor sospecha del sitio donde
ocurrió. Especulo también que el grupo no era muy
numeroso. Calculo, de acuerdo a mi edad en los dias de las historias de
Castillito, que ese episodio debe haber ocurrido en el año 35. O un
poco antes o un poco después.
Uno de los Perozo era un conocido cuentista. Y yo
recuerdo
muy bien, que la gente hablaba de los cuentos de Perozo. Yo nunca pude
leer alguno de ellos. Muchos mencionaban, resumiéndolo, el de aquel
jinete en brioso corcel, perseguido por un aguacero. El aguacero casi lo
agarra. El jinete, corre que te corre, logró llegar a un rancho en la
orilla del camino y allí se guareció. El aguacero sólo alcansó a mojarle
la cola a su caballo.
En esos años de las historias
de Castillito, yo era, entre algunas otras cosas, un muchacho a
caballo camino a algún lugar, generalmente
Castillo, donde vivía mi abuela. Y muchas veces
pude oir el ruido que hacía, y ver a lo lejos, un aguacero que
avanzaba hacia donde yo estaba. En muchas ocasiones, también pude
guarecerme en algun rancho del camino.
Un abrazo
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