POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES |
La visita, por invitación del gobierno
dominicano, de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
y su informe desfavorable, exacerbaron el escarceo que se produjo en el país desde el
primer momento de la emisión de la sentencia 168-13 del Tribunal
Constitucional.
La sentencia, per se, y luego la visita de la referida comisión,
pasando antes, por las opiniones de personalidades nacionales e internacionales
y un manejo mal intencionado de las autoridades de Haití, han creado una situación
incómoda para el país y sus autoridades que hasta el momento, se han manejado
prudentemente.
A este mare mágnum tenemos que agregar
el envalentonamiento patriotero del cardenal López Rodríguez y de algunas
autoridades locales que haciendo uso de un inadecuado lenguaje a sus
investiduras, han pretendido denostar la labor realizada en todo el país por los comisionados
de la CIDH.
La situación también ha dado pies a un penoso
enfrentamiento entre valiosos periodistas, que pretenden descalificarse entre
sí, llevando, en ocasiones, sus
diferencias al plano personal, lo que nunca debiera ocurrir entre profesionales
que se supone deben exponer sus criterios en un plano de respeto y decencia.
Como era de esperarse, también han
surgido grupos nacionalistas de nuevo cuño que cuestionan, censuran y hasta
motivan a sus seguidores a la agresión física contra los comunicadores que, en ejercicio libérrimo de sus derechos, han
sostenido posiciones contrarias a la sentencia 168-13.
Por suerte la sangre no llegará al río y,
tarde o temprano, independientemente de
las desfavorables conclusiones de la CIDH, tendremos que convenir en que nuestro país, con sus defectos y virtudes,
es un lugar al que no solo quieren venir los haitianos, sino gentes de todo el
mundo.
Amemos y defendamos nuestra patria,
respetando siempre los derechos humanos de los dominicanos descendientes de
haitianos o de cualquier otra nacionalidad, seamos más educados y tolerantes
con nuestros visitantes, y entre
nosotros mismos que, al fin y al cabo, debemos seguir conviviendo como buenos
dominicanos.
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