Por Fernando Rodríguez Céspedes
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El impasse suscitado entre las empresas
e industrias ubicadas en la capital y las instaladas en las polvorientas y
empobrecidas provincias fronterizas del país, bajo el amparo de la ley de
incentivo 28-01, me trae a la memoria una historia, que aunque racista, tiene
mucha similitud con la esencia del debate.
Cuando la persecución de los cristianos,
se cuenta que un día, fueron tirados a las arenas del Coliseo Romano un grupo
de éstos para que fueran devorados por los leones mientras la multitud
celebraba con júbilo la crueldad del horrible espectáculo.
Entre las víctimas, había un cristiano
de piel oscura quien fue enterrado hasta el cuello para hacerlo presa más fácil
de las fieras. Aterrorizado ante la situación por la que atravesaba, mordió la
pata de un león que se acercó con fines de destrozarle la cabeza.
Cuando la fiera retrocedió ante la inesperada
actitud del infeliz, la multitud vociferó: "Pelea limpio, negro del
diablo!", en defensa del león y en reproche
al cristiano que instintivamente atinó a
defenderse de la única manera que estaba a su alcance.
Retomando el lado serio de la situación
que se debate, sin negar que hay aspectos en la aplicación de la ley 28-01 que
deben supervisarse para evitar distorsiones, el Gobierno debe cuidarse de no
cometer una injusticia para complacer a ciertas élites empresariales del país.
Élites, cuyas hermosas e inteligentes representantes desarrollaron una intensa campaña
mediática que, entre otros argumentos señalaban, "con preocupación'', la reducción de las recaudaciones fiscales debido a las
exenciones otorgadas a las empresas fronterizas, aunque en el conflicto Barrick Gold - Estado,..... "enseñaron el
refajo".
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