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domingo, 5 de agosto de 2012

Chavela Vargas, la voz amarga de la cantina

Chavela Vargas junto a Joaquin Sabina
Nadie se lleva a la tumba tantas leyendas como Isabel Vargas Lizano, la Chavela.
De ella se dice que caminaba pistola en mano por las principales calles de Ciudad de México, que acabó en el tambo (cárcel) por sus excesos con el alcohol y que por su alcoba pasaron las mujeres más bellas, aunque sólo fuera en sus sueños.

A Chavela Vargas, fallecida este domingo a los 93 años, la descubrió el cantautor José Alfredo Jiménez en la Avenida Insurgentes, donde cantaba a cambio de unas monedas.

Él la rescató de la calle y la convirtió en artista profesional, con sus rancheras y boleros. En 1961 publicó su primer disco; luego vendrían más de 80.

Su "gran José Alfredo" era el socio con el que salía en las noches para cantar serenatas a sus enamoradas. A las de ambos.

Desaparecida

Chavela Vargas
Muchos años antes de morir, a Chavela la dieron por muerta cuando se refugió en el alcohol y desapareció de la vista pública.

Había salido de Costa Rica, su país natal, con sólo 17 años, dejando atrás un país y una familia a los que nunca quiso. Así se volvió mexicana.

Tan mexicana como La Casa Azul de sus grandes amigos Diego Rivera y Frida Kahlo; tan mexicana como Lola, su perra xoloitzcuintle.

O como el Tenampa, el salón de la Plaza Garibaldi donde tantas noches se pasó tequileando y que aún tiene en sus paredes los rostros de las grandes estrellas del país.

Hoy este espacio de Ciudad de México llora la muerte de su novia y sus decenas de mariachis están de luto.
Casi tanto como el día en que Jiménez falleció, el 23 de noviembre de 1973.

Aquel día Chavela, que ya se conocía todas las cantinas de la ciudad, se bebió de golpe tres botellas de tequila junto al féretro de su gran amigo.

Así fue como, a base de caballitos, desapareció de la faz de México. Desterrada en la barra de un bar, muchos la dieron por muerta.

Y así se sentía, reconoció alguna vez, cuando la rescataron de nuevo en 1990, ebria y con su inconfundible gesto amargo.

Ella nunca quiso hablar en detalle de cómo fue hallada, así que la leyenda creció.
La de la anciana de pelo cano que cantaba -o lloraba, nunca supieron distinguir sus lamentos- en una esquina. La mujer solitaria ("independiente", se decía ella) a la que un día otro cantante reconoció demacrada y la sacó a rastras de la cantina.

A los pocos años ya estaba actuando en el Carnegie Hall de Nueva York y en las mejores salas de conciertos de México y Madrid. Esta vez sobria y con llenos absolutos.
Chavela se pasó sus últimos años diciendo que algún día, con la hora de su muerte, su hígado debería acabar en un museo.

La resurrección

Chavela Vargas y Martirio
Chavela Vargas fue objeto de la admiración de otros cantantes, como los españoles Joaquín Sabina y Martirio, con quienes grabó a dúo.

La Vargas, que en su juventud se rodeó del revolucionario León Trotsky y el compositor Agustín Lara, buscó nuevos amigos tras su "resurrección".
Uno de ellos fue el director de cine español Pedro Almodóvar, quien ya había puesto música de Chavela a sus películas.

"Chavela eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras", escribió Almodovar en honor a la cantante.

"Añadía una amargura irónica que se sobreponía a la hipocresía del mundo que le había tocado vivir y al que le cantó siempre desafiante".

O el cantautor Joaquín Sabina, quien le dedicó su canción "Por el bulevar de los sueños rotos" ("¡Quién supiera reír como llora Chavela!").

En su segunda vida, la Chavela de 70 años se encargó de recordar a los viejos sus canciones: "Somos", "Luz de luna", "La llorona"...

Mientras, los jóvenes la conocieron por sus interpretaciones en la película "Frida", protagonizada por Salma Hayek. O en "Babel", de Alejandro González Iñárritu.

Su último trabajo fue un homenaje al poeta español Federico García Lorca, que representó en abril en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana.

Allí se celebrará este martes un homenaje de cuerpo presente, según anunció el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México.

"Como ella dijo: no muere, trasciende. Se queda con nosotros en sus canciones", expresó el presidente del país, Felipe Calderón, al conocer de la muerte de Vargas.

Junto al cerro mágico

Chavela Vargas
Muchos detalles de la vida de Chavela son un misterio que ella misma alimentó o exageró.
Ella pasó sus últimos días grabando discos de colaboraciones, escuchando a las que algunos dicen son sus herederas naturales, la mexicana Lila Downs o la española Concha Buika.

Siempre recibiendo a sus amigos, renegando de sus difuntos padres y de su país natal, celebrando la vida y el momento en que probó su último trago.

Sin niños cerca, porque nunca los soportó.
Y a menudo con sus gafas de sol oscuras y su pelo blanco, a juego con la guayabera en los jardines de su pequeña casa de Tepoztlán, donde "La Chamana" guardaba su premio Grammy.

Allí en las faldas del cerro Tepozteco, uno de los espacios más mágicos de México, meca para los peregrinos de la energía y el misticismo.
Un lugar cargado de leyendas. Como Chavela.

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