Por: José Jordi Veras Rodríguez.
Lo sucedido en la hermana República de Haití era algo previsible en cuanto a lo esperado de un terremoto de esta naturaleza.
Lo que no era descifrable era el momento y el día, sin embargo, ya pasó y los resultados y consecuencias son aterradores, cerca de 200 mil personas muertas y 4 mil desaparecidos, una gran cantidad de amputados, en su mayoría niños y niñas. La mayoría de las edificaciones públicas totalmente destruidas o inservibles. Una cantidad de escuelas públicas y privadas donde la muerte se ensañó de forma dura y lo peor de todo es que cada padre o madre era quien tenía que iniciar la búsqueda de los cuerpos golpeados y aplastados de sus propios hijos, caramba que prueba más difícil nos pone Dios a veces.
Durante mucho tiempo se dio y se estudió que la falla que provocó el terremoto de Haití no se descubrió el 12 de enero, día fatídico para la humanidad, donde morirían y dejaría sin instituciones a nuestro vecino país. Muchos fueron los especialistas que advirtieron a las autoridades haitianas sobre lo que podía sobrevenir y qué tipo y forma de estructuras debían construirse o adecuar las mismas a un cierto nivel para que los efectos de un posible terremoto como el ocurrido no tuvieran tantas consecuencias. Sin embargo los mensajes, anuncios y advertencias, no fueron tomados en consideración.
Ahora bien, lo sucedido en Haití no puede solamente servirnos a los dominicanos para seguir mostrando una de nuestras mejores cualidades como personas, la solidaridad y la entrega. Sino, que el espejo que nos da en la cara es también importante para que iniciemos una tarea de educación de cada uno de nuestros hijos, hijas, amigos, amigas y seres queridos, sobre qué hacer y cómo sería la reacción al momento de ocurrir un terremoto parecido o de mayor consecuencia al ocurrido en nuestro vecino país. Asimismo, iniciemos el análisis de una vez y por todas, de cuáles son las edificaciones públicas y privadas que dentro de las distintas fallas, principalmente, en aquellas zonas como la Septentrional, en el Centro del Cibao, que hace tiempo que no tiene movimientos importantes y de rigor, para determinar aquellas que no pudieren resistir o se conviertan en reales tumbas para quienes conviven o de forma rutinaria utilizan.
Nuestro objetivo no es crear alarma, caramba, eso sería nuestro último deseo y no somos ni practicamos ese tipo de comunicación. Todo lo contrario, creemos que debemos estar conscientes de dónde vivimos y cómo podemos enfrentar el monstruo de un terremoto, sin tener que entrar en la desesperación tan sólo porque si nos abocamos a realizar prácticas y estrategias de emergencias, los trabajos y sitios públicos, cuando ocurra, si sucede, Dios así no lo permita. Tan sólo reaccione por reacción.
En otros países es normal actuar y estar preparado para lo que la naturaleza le depara preparado. En Indonesia, luego de lo ocurrido a partir del 2005, con los Tsunamis, se han creado o se utilizan, especies de “boyas” en las aguas, que ayudan como sirenas inmediatamente inicia uno de estos destructores y le ofrece la oportunidad a los que residen en las playas o costas de que se avecina algo. En Japón, Oakland, California, y en algunos pueblos del Sur de los EEUU, sus habitantes están conscientes de lo que la naturaleza es capaz de hacer, viven en fallas o en lugares donde los terremotos o donde los tornados son el “pan de cada día”. Sin embargo, han sucedido movimientos telúricos graves y la cantidad de muertes no son tan altas, es cierto que el terreno y el tipo de suelo no es el mismo en todas partes, es cierto. Asimismo, es de ejemplo ver a muchos cuando se protegen de los Tornados y saben lo que tienen qué hacer. Lo importante es las previsiones y la educación que hayamos asumido lo que hace también la diferencia.
Nosotros como país que poseemos numerosas fallas tectónicas, no podemos ser la diferencia, veamos el espejo de Haití y el grado de su desgracia. Así como lo ocurrido en otras naciones, que han aprendido a convivir con los efectos naturales porque se han preparado y se han hecho conscientes debemos no dejar para el momento de la desgracia para aprender de lo que tenemos que hacer. Es un buen momento para pensar en ello y trabajar desde ya.
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