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lunes, 18 de enero de 2010

José Offerman, un boxeador disfrazado de pelotero

Un Momentito con Miguel


Por Miguel De Jesús
El autor es el Director de este Blog


El juego de pelota, es un entretenimiento para las familias dominicanas, los incidentes del pasado año frustraron a muchos en gran medida, casi al final de este, los jugadores de los Tigres del Licey volvieron a encender la pista, parece que con 6 carreras abajo en un tercer episiodo, frente a un Gigante clasificado, era demaciado, para fieras sin garras ni colmillos.





José Offerman, al discutir la expulsión de uno de sus jugadores, le entró a trompadas al árbitro principal, por su historial, entendemos que se equivocó de carrera, debió ser boxeador no pelotero, la arrogancia iluminada por las luces del Estadio Quisqueya, quitaba brillo a la pureza de nuestro deporte Rey.



No pudo fingir mas escrúpulos y devoción, quedó desnudo, no como la flor que muestra belleza, sino como el prepotente que deja al descubierto la arrogancia de una bestia salvaje, una oportunidad más, no se le debe dar, a un hombre que ha pisado la decencia de los que con dignidad, como caballeros de honor, dejan su piel en cada partido



Los seguidores de los equipos deben seguir pisando firmes y seguros al visitar nuestros Estadios, sin contemplaciones, Offerman debe ser suspendido mientras respire del Béisbol Profesional Dominicano, no se puede enlodar, el trabajo de hombres entregados al compromiso de elevar la calidad de ese deporte.



Que se vea, como el mal amor, que solo tocó el cuerpo y no el Corazón, por lo que debe terminar antes que las consecuencias sean peores, con Offerman, no podemos brindar con vino de reconciliación, de sus manos no se puede recibir la Flor del perdon, dentro y fuera del país, el ha desojado las flores y pisoteados sus pétalos.



Agrediendo a un arbitro, se agrede el Alma de nuestro Béisbol, veamos su acción como la agonía de un enfermo desahuciado, cuya paz no había alcanzado,y murió en el mismo terreno, dónde levantó muchas veces la Bandera del honor, que su lapida diga,”aquí yace un soldado vestido de Azul”. Luego sellar la tumba, para que al béisbol no lo empañe más.





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