Por: José Jordi Veras Rodríguez.
Para esta semana debía continuar el artículo iniciado la semana pasada con el título “Leonel y la Cáscara”, como la segunda parte. Sin embargo, lo ocurrido la semana que acaba de transcurrir a nuestro vecino y hermano pueblo haitiano hace que todo ser humano sensible y con cierto amor y respeto a la vida, tenga que abstraerse de todo otro tema que no sea el buscar la forma de motivar a muchas personas y entidades a que finalmente debemos mirar hacia la realidad que hoy vive Haití, luego del terremoto ocurrido en Petión Ville y que ha desaparecido a la capital haitiana, Puerto Príncipe hasta desaparecerla.
Es una pena que tenga que haber ocurrido un hecho de la naturaleza tan fatídico para que mucha gente que no conocía la situación del pueblo haitiano hoy tenga que, por medio de la solidaridad y la hermandad volcarse en ayuda y colaboración real y efectiva.
El terremoto ocurrido el 13 de enero será recordado por siempre como el día en que la madre naturaleza movió sus cimientos para provocar una tragedia sin precedentes en la historia de los sismos y ha hecho que ricos y pobres en la nación haitiana confluyan en una misma situación, el dolor y la pérdida de seres queridos.
La comunidad internacional debe, de una vez y por todas, asumir la responsabilidad que siempre se le ha estado exigiendo y que entienda que es una oportunidad para reconstruir en lo que hoy no existe ni siquiera un Estado, ni las estructuras adecuadas para una vida al menos decente y en condiciones mínimas de habitarse. Nosotros como país debemos hoy aportar nuestra mano solidaria, amiga y de espaldarazo a quienes hoy sufren la pena de tener que carecer aún más de lo poco que tenían, para la mayoría y para otros de los que habían acaudalado como clase alta.
El sismo de 7.0 es el bravío de la madre naturaleza que no ha distinguido entre clase alta y la miseria espantosa; entre la opulencia y la desolación; entre la riqueza y pobreza extrema. Hoy ricos y pobres necesitan de nuestro buen corazón, de que aportemos, no lo que nos sobra, sino lo que tenemos. Debemos insistir con amigos, familiares y seres queridos, de que cada quien debe dar algo de si, apartar, donar, “hasta que duela como dice la Biblia”. Todo no es suficiente.
Estamos de acuerdo con nuestra amiga, Grisbel Medina, la talentosa periodista macorisana, en que debemos regar la voz sobre la ayuda a los hermanos haitianos que hoy nos necesitan. Veamos esa realidad en nuestro propio espejo, hoy es Haití, mañana puede tocarnos a nosotros y vamos a desear que se actúe como lo estamos hoy solicitando: con solidaridad.
Tal como expresa nuestra ya indicada amiga en su sonajero de la semana pasada, debemos tomar en cuenta lo siguiente:”Por correo he recibido este aviso de los Centros de la Compañía de Jesús en el país (en Santo Domingo: Bonó y Centro Alberto Hurtado; en Santiago: Centro Bellarminio y Cefasa; Dajabón: Solidaridad Fronteriza)”. “A continuación las direcciones”. “Centro Bonó, calle Josefa Brea #65, Mejoramiento Social, Santo Domingo; Centro Alberto Hurtado, Av. Jiménez Moya No.37, (al lado de Inazúcar), Santo Domingo; Centro Bellarminio, kilómetro 1.5, Autopista Duarte, Santiago; Cefasa, Kilómetro 5, autopista Luperón; Solidaridad Fronteriza, calle Manuel Roca 13, Dajabón”.
Las instituciones señaladas más arriba por la periodista amiga, son algunas de muchas que están brindado su ayuda y están sirviendo de canal para que los aportes y donaciones que se entreguen por usted lleguen a buen destino. Puede utilizarlas o las que se hayan podido crear hasta el momento con credibilidad, la cuestión es que ningún dominicano o dominicana se quede sin dar su granito de arena. Decídase si o no lo ha hecho, a tocar su corazón y extenderlo con una entrega o donación que muchos haitianos hoy están esperando. Unase hoy por nuestros hermanos y vecinos del pueblo haitiano.
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