POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES |
Hiere la sensibilidad humana la situación desesperada e
incierta de los miles de nacionales haitianos ilegales que abarrotaron los
centros de registro del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros tratando de inscribirse para evitar ser
deportados a un país con el cual no se identifican y donde no recibirán ni
siquiera la garantía de un trabajo.
Las inscripciones cerraron con más de 288 mil registrados de
una población estimadas, oficialmente,
en unos de 400,000 haitianos, aunque por el descontrol de nuestras fronteras y
la presencia masiva de estos en todo el país, hay quienes estiman la cifra en
un millón de ilegales, aproximadamente. Miles de estos se están marchando por
su cuenta.
Las migraciones huyendo del hambre, la inestabilidad política,
persecuciones y falta de trabajo no son exclusivas de estos litorales. Es un fenómeno
que siempre ha existido y que actualmente
padece Europa, principalmente Italia y España las que se ven invadidas, a
diario, por miles de desesperados africanos que se ganan la vida vendiendo
chucherías.
Aquí, con una débil frontera, permeada sistemáticamente, el problema se agrava por la carencia de
recursos para atender satisfactoriamente las necesidades de salud, alimentación
y educación de 10 millones de dominicanos, menos aún, de la creciente población ilegal haitiana que se estaba adueñando de
diversas áreas del trabajo informal, la construcción y el campo.
Además que un problema migratorio, tenemos un problema humano
y las autoridades tendrán que hilar muy
fino para aplicar la ley, sin maltratar a quienes, a pesar de las protestas de
entidades y personalidades nacionales e internacionales, como el imprudente
alcalde de Nueva York, resulta ineludible repatriar o trasladar al vecino
Haití.
Las declaraciones del presidente Michel Martelly de que su país
no recibirá a los haitianos nacidos en nuestro territorio, constituyen un
pataleo comprensible pero inaceptable desde el punto de vista de lo que establecen
la constitución de su país y la nuestra,
las leyes de migración y la soberanía nacional. Los pataleos seguirán y se
incrementarán por lo que debemos prepararnos hasta para posibles represalias.
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