POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES
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La espiral de violencia delincuencial y de género que sacude
al país, debiera estar entre los primeros puntos de la agenda nacional que se
ha concentrado en el tema haitiano y en la politiquería que acapara la atención
de los principales funcionarios, dirigentes políticos y medios de comunicación.
A esta altura, todos los dominicanos, encabezados por
nuestras autoridades, debiéramos estar debatiendo, en el Congreso, en
simposios, clubes barriales, entidades de la sociedad civil, universidades,
iglesias y cualquier institución social el grave problema que nos aqueja y
aterroriza la sociedad.
Se necesita llegar a la raíz del problema para combatirlo de
manera más eficiente a sabiendas de que no podrá eliminarme de un todo, pero
por lo menos pueden bajarse los niveles de violencia delincuencial con acciones
preventivas y la aplicación drástica de la ley por parte de la justicia.
Existen medidas como el bloqueo de las señales telefónicas en
las cárceles del país y la regularización de la activación de los celulares
robados, que se dan tantas vueltas para aplicarlas, que uno llega a dudar del interés de las
autoridades cuyos familiares ya empiezan a ser afectados.
La situación de violencia
que vivimos es tan grande que ya nadie se siente seguro ni siquiera en su casa
porque la temeridad de los malhechores los lleva a penetrar a las mismas a
cualquier hora del día. Hasta los lugares de esparcimiento están siendo impunemente
azotados por los delincuentes.
Sabemos que la inequidad social, el consumo masivo de drogas,
la alta tasa de desempleo, la existencia de un código criminal garantista, la
delincuencia de muchos uniformados y la debilidad de los jueces son elementos que contribuyen con el auge de
la violencia, no obstante algo debemos hacer antes de que sucumba la sociedad.
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