Al
margen de las motivaciones que pudieran tener, todo el peso de la ley debe caer
sobre los agresores a machetazos de los parroquianos de un centro de diversión
del sector Los Rieles de Los Alcarrizos.
Este es
un precedente al que es necesario darle un castigo ejemplar para que hechos tan
crueles no vuelvan a ocurrir bajo ninguna circunstancia en una sociedad harta
de la delincuencia común y de cuello
blanco.
Este
sangriento y despiadado ataque contra un grupo de 29 indefensos ciudadanos que
compartían en un centro de diversión, pone los pelos de punta y nos presenta
ante el mundo como un país de salvajes.
A la
fecha, hay pocos detenidos con relación al hecho, debido al terror que han
logrado imponer los autores del mismo, cuya cabeza intelectual, según las
autoridades, es el nombrado Domingo Rivera, alias Moisés.
Este
señor, autoproclamado como invasor de tierras y dirigente peledeísta, se
entregó a las autoridades sonriente y acompañado por sus abogados y numerosos
beneficiados de las reparticiones de solares que hace entre sus seguidores.
Considero
que por la gravedad del hecho y las implicaciones que tiene, todos los
organismos de seguridad del Estado deben integrarse a las investigaciones de
manera que se determine con precisión el motivo y la autoría física e intelectual del mismo.
No
importan las motivaciones que pudieran tener los agresores, las autoridades
judiciales tienen la obligación de actuar ejemplarmente contra ellos para que
esta barbarie no sea imitada por otros bandoleros barriales.
Da la
impresión de que los delincuentes se inspiraron en la masacre reciente en una estación de tren de China,
donde más de 30 ciudadanos fueron asesinados
a cuchilladas y machetazos y más de 100 heridos por un grupo terrorista.
Es
lamentable que nuestras leyes no sean tan drásticas como las del país asiático,
para aplicárselas, como escarmiento, a este grupo de bestias sanguinarias
capaces de agredir inmisericordemente a hombres y mujeres indefensos.
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