Autor Lincoln López
El polémico editor, historiador, ensayista, ingeniero industrial y doctor en historia: Enrique Krauzer, interesado por la vida política ha escrito numerosos libros, entre ellos: “Biografía del poder” (1987), “Siglo de caudillos” (1993), “La presidencia imperial” (1997), “Tarea política” (2000), “Travesía liberal” (2003)... y más recientemente, en el 2003, dio a conocer su “Decálogo del populismo iberoamericano”.
Como su nombre lo indica, en diez atributos o como él los llama: rasgos, enmarca o ajusta, el patrón a un modelo político específico y concentrado geográficamente en la cultura hispana de nuestro continente.
Este autor mexicano, director de la Editorial Clío y colaborador de Octavio Paz, sabe de la aleación o mezclas de todo tipo, con trancas y retrancas, con encomiendas por aquí y repartos por allá por parte de las naciones dominantes, y antes de desglosar su Decálogo despeja dos elementos: afirma “que el populismo en Iberoamérica ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas”, y, en consecuencia, su péndulo ha oscilado tanto hacia la derecha como a la izquierda.
Todas las características que expone Krauzer envuelven al liderazgo político en sentido general, las diferencias son los matices o las distorsiones que adopta. Por ejemplo, la primera, es que el “populismo exalta al líder carismático”. Todo líder posee carisma, pero la tonalidad que adopta en el populismo es que no sigue al ideólogo, sino al hombre providencial, un Salvador, un Mesías.
La segunda peculiaridad es: “El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella”. Aquí la distorsión ocurre cuando el populista se cree el poseedor de la “verdad suprema” y auspicia la demagogia. Remacha el autor citando un viejo concepto: “la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos”.
Cuando se restringe la libertad de expresión o cuando confunden “la crítica con la enemistad militante” y ambos son atacados por distintos métodos, es que emerge la tercera propiedad: “El populismo fabrica la verdad”.
Enrique Krauzer miembro de la Academia Mexicana de la Historia y condecorado en 2003 por el Gobierno español con la ‘Gran Cruz de la Orden de Alfonso X, el Sabio” en su cuarto y quinto tema trata a la riqueza en dos vertientes. “El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos” (4to.), argumentando que “el erario es su patrimonio privado que puede utilizar para enriquecerse”. El quinto dice: “El populista reparte directamente la riqueza”. Esto no en criticable en si mismo, la diferencia consiste en que el populista no reparte gratis, “focaliza su ayuda y la cobra en obediencia”.
Otro tema común es el de las clases sociales. “El populista alienta el odio de clases” (6) y “El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales” (7).
El 8 se refiere al recurso retórico de acusar a los extranjeros de su fracaso: “el populismo fustiga por sistema al enemigo exterior”.
Finalmente el 9 y el 10 rezan así: “desprecia el orden legal” y “el populismo mina, domina y domestica las instituciones de la democracia liberal” (10).
Su lección “es clara”: el populismo pervierte la democracia.
Como su nombre lo indica, en diez atributos o como él los llama: rasgos, enmarca o ajusta, el patrón a un modelo político específico y concentrado geográficamente en la cultura hispana de nuestro continente.
Este autor mexicano, director de la Editorial Clío y colaborador de Octavio Paz, sabe de la aleación o mezclas de todo tipo, con trancas y retrancas, con encomiendas por aquí y repartos por allá por parte de las naciones dominantes, y antes de desglosar su Decálogo despeja dos elementos: afirma “que el populismo en Iberoamérica ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas”, y, en consecuencia, su péndulo ha oscilado tanto hacia la derecha como a la izquierda.
Todas las características que expone Krauzer envuelven al liderazgo político en sentido general, las diferencias son los matices o las distorsiones que adopta. Por ejemplo, la primera, es que el “populismo exalta al líder carismático”. Todo líder posee carisma, pero la tonalidad que adopta en el populismo es que no sigue al ideólogo, sino al hombre providencial, un Salvador, un Mesías.
La segunda peculiaridad es: “El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella”. Aquí la distorsión ocurre cuando el populista se cree el poseedor de la “verdad suprema” y auspicia la demagogia. Remacha el autor citando un viejo concepto: “la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos”.
Cuando se restringe la libertad de expresión o cuando confunden “la crítica con la enemistad militante” y ambos son atacados por distintos métodos, es que emerge la tercera propiedad: “El populismo fabrica la verdad”.
Enrique Krauzer miembro de la Academia Mexicana de la Historia y condecorado en 2003 por el Gobierno español con la ‘Gran Cruz de la Orden de Alfonso X, el Sabio” en su cuarto y quinto tema trata a la riqueza en dos vertientes. “El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos” (4to.), argumentando que “el erario es su patrimonio privado que puede utilizar para enriquecerse”. El quinto dice: “El populista reparte directamente la riqueza”. Esto no en criticable en si mismo, la diferencia consiste en que el populista no reparte gratis, “focaliza su ayuda y la cobra en obediencia”.
Otro tema común es el de las clases sociales. “El populista alienta el odio de clases” (6) y “El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales” (7).
El 8 se refiere al recurso retórico de acusar a los extranjeros de su fracaso: “el populismo fustiga por sistema al enemigo exterior”.
Finalmente el 9 y el 10 rezan así: “desprecia el orden legal” y “el populismo mina, domina y domestica las instituciones de la democracia liberal” (10).
Su lección “es clara”: el populismo pervierte la democracia.
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