Por Ramón Tejeda
Quizás lo que está mal con la cementera de Gonzalo no es tanto los peligros que representa para la naturaleza de la zona, los cuales ya han denunciado organizaciones de toda la sociedad.
Quizás lo que está mal con la cementera de Gonzalo no es tanto los peligros que representa para la naturaleza de la zona, los cuales ya han denunciado organizaciones de toda la sociedad.
Probablemente más dañino que aquella cementera es el sistema mediante el cual se permite a un mandatario otorgar por setenta y cinco años una explotación minera sin que éste tenga que consultar a nadie; que reunir a nadie; que convocar a las organizaciones sociales, científicas, etc., del área concernida.
Lo grave con la cementera de Gonzalo, a mi juicio, es que se la quiera imponer por encima de la cabeza de todo el que se oponga, sin que ni antes de otorgar la concesión y los permisos, ni después de hacerlo, haya habido una rendición de cuentas con pelos y señales, y a todo el país, de lo que se pretenda hacer en aquél como en cualquier otro lugar. Nadie con juicio podría oponerse a la creación de fuentes de trabajo.
Nadie con sensatez podría pretender que los recursos naturales no se utilicen para el desarrollo de todos los dominicanos y dominicanas. Nadie pretende impedir el desarrollo de la sacro-santa iniciativa privada.
Lo que sí tenemos que rechazar de hoy en más todos los dominicanos y dominicanas es la forma en que se ha venido entregando el patrimonio nacional a empresarios privados nacionales y extranjeros como si se tratara de recursos que no tienen dueño. Tienen, y muy importante, porque lo es el pueblo dominicano en su conjunto.
Y es ese pueblo el que ha visto desaparecer sus recursos y sigue viéndolos desaparecer a cambio de espejitos y de espejismos.
¿Adónde fue a dar el oro extraído de Cotuí y vendido a la carrera—como denunció Bosch mil veces—como si se tratara de plátanos maduros que se podrirían si no eran vendidos rápido? ¿En cuánto ha contribuido al desarrollo de Bonao el ferroníquel extraído por Falconbridge?
¿Han servido para sacar a Pedernales del olvido y la miseria la bauxita y todos los recursos que de su suelo se han extraído y se siguen extrayendo? ¿Quién se hace cargo de la presa de cianuro y de todos los químicos y metales pesados utilizados para refinar el oro y la plata de Cotuí que ahora contaminan el acuífero y todos los recursos de aquella zona entre Maimón y Cotuí, incluyendo personas y animales?
Y, a propósito de cementeras (y para sólo mencionar una), Domicem tiene años instalada en Sabana Grande de Palenque, en San Cristóbal, y esos mismos años hace que las comunidades afectadas por la presencia de aquella empresa esperan que las carreteras que dañan las patanas de esa minera sean pavimentadas como es debido y aquella cementera no se da por enterada. Peor aún, ni Ayuntamientos ni gobierno le exigen nada, al parecer.
Las carreteras no sólo no han sido reconstruidas, sino todo lo contrario, siguen deteriorándose ante la mirada indolente de los empresarios y la complaciente de los Ayuntamientos y los gobiernos. Más grave aún: no se ha finalizado toda la discusión del embrollo de la nueva cementera de Gonzalo y, de manera inexplicable, a nivel del peaje de Guaraguao, en la nueva carretera, SE EXPLOTA LA CALIZA EN PLENO PARQUE NACIONAL DE LOS HAITISES.
¿Quién la explota? ¿Con permiso de quién? Se nos allanta con que la empresa privada crea empleo y se entiende que eso es suficiente. Pero esa empresa privada también se beneficia de esa mano de obra barata, y de muy buena manera.
Por lo tanto, el gobierno debe velar por que los recursos naturales—que pertenecen del pueblo dominicano, no a ningún gobierno o empresario—sean utilizados no sólo para “crear 500 o mil empleos” y muchos millones en ganancias al sector privado, sino para ayudar al pueblo dominicano a salir realmente de su miseria secular.
Lo que está en juego en Gonzalo es mucho más que una cementera y unos inversionistas que quieren acceder a la materia prima fácil que van a encontrar allí sin tener que moverse para ningún lado, con carretera nueva que pagamos todos los transeúntes con peaje de más de 600 pesos los vehículos livianos, y con salida fácil y rápida hacia el mar, hacia el Cibao y hacia el sur y el este, y a cambio de vaya usted a ver qué.
Lo que queda en entredicho con la cementera de Gonzalo es todo un sistema de concesiones graciosas; de Poder utilizado para hacer más millonarios a los multimillonarios y más pobres a los pobres. Si no lo cree, vaya a Cotuí, a Maimón, a Bonao (el llamado Triángulo de la Muerte por la bárbara contaminación con cianuro y metales pesados), a Pedernales y a dondequiera que haya funcionado o funcione una de esas explotaciones mineras; aquí como en Cajamarca, en Perú.
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