Los trabajadores informales representan un grupo
social en crecimiento, pese a la campaña del Concejo Nacional de la Empresa
Privada (CONEP), y a los deseos del gobierno que ve cómo se les escapan de las
manos posibles recaudaciones millonarias
en base a los cuantiosos recursos que mueve
este soterrado pero poderoso sector de la economía dominicana.
La responsabilidad de este
crecimiento, la tienen ambos sectores, los cuales estimulan la informalidad con una política
salarial de inequidad y miseria, salvo para las posiciones ejecutivas, aparte
de la falta de empleos que afecta no
solo a los mozalbetes que ni estudian ni trabajan, si no a profesionales y
adultos de las distintas ramas del quehacer laboral.
Pienso que al Estado Dominicano,
al CONEP y al país le convendría, por igual, que todo el movimiento económico fuera transparente,
facilitando de esa manera el cobro de impuestos y la creación de políticas económicas acordes
con las necesidades y realidades de una nación que genera recursos suficientes
para mejorar el nivel de vida de los dominicanos.
Pero la
realidad es otra, y a veces parecería, que el Banco Central estimula el empleo y economía
informales, cuando a manera de crítica
al CONEP, se destapa afirmando que quienes viven de esta modalidad de trabajo,
gozan de mayores ingresos que quienes dependen del empleo formal, sin detenerse
a ponderar los beneficios marginales que reciben los empleados fijos como son
el seguro médico, prestaciones laborales
y plan de retiro.
Sin embargo, tanto el sector privado como el
público, deben abocarse a mejorar la calidad
de vida del trabajador formal y propiciar los ajustes salariales acordes a la
inflación, para hacerlo más competitivo
y evitar la proliferación de vendedores ambulantes y los pequeños y frágiles
negocios, productos de las necesidades de quienes tienen que dar de comer a sus
familias.
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