Por Ricardo Rodríguez Rosa
Columnista invitado de
Diariodigitalrd.com
El morbo, ese que esperaba impacientemente que el presidente Leonel Fernández le iba a dar un remeneón tan fuerte a la mata gubernamental, que de ella caerían frutos verdes y maduros (por no decir podridos) se quedó oliendo donde guisaron.
El gusto que mucha gente llevaba por dentro, de ver rodar algunas cabezas importantes de la actual administración, sino el mismo 16 de agosto pasado, por lo menos en los días subsiguientes, no pasó de ser una simple aspiración.
El gusto que mucha gente llevaba por dentro, de ver rodar algunas cabezas importantes de la actual administración, sino el mismo 16 de agosto pasado, por lo menos en los días subsiguientes, no pasó de ser una simple aspiración.
El presidente Leonel Fernández ha demostrado que, como buen bateador, regularmente se va con el lanzamiento y no trata de halar la bola (hablando en el lenguaje del béisbol) por lo que en esta ocasión nuevamente dejó como perico en la estaca a los que, movidos por el morbo, exigían y esperaban un terremoto gubernamental, por lo menos de magnitud seis en la escala de Richter.
Pero, una semana después (y contando) vemos que prácticamente todo ha quedado igual, con los secretarios de Estado con cartera en sus puestos y, aunque originalmente se produjo una remoción de funcionarios, fue básicamente en una especie de giro circular pues, aunque se incluyeron varios cargos, pocos de los incumbentes fueron enviados a la banca, desde donde esperan que lo vuelvan a llamar al terreno de juego.
El ciudadano común entendía que algunos funcionarios no hacen el trabajo que les encomendó el presidente Fernández, o simplemente se les ha gastado la capacidad de crear cosas novedosas y provechosas para la mayoría, por aquello del tiempo que llevan desempeñándose como tales.
Pero, con la decisión de mantenerlos en los puestos, Fernández da la impresión de que está de acuerdo con su forma de trabajar y que el reclamo de cambios sustanciales era más una morbosidad que un pedido ajustado a la realidad.
Y entonces ha dejado a todo el mundo con el moño hecho, oliendo donde guisaron y con el gusto adentro de ver cabezas rodando. Lógicamente, el que la gente estime que las cosas mejorarían si cambian los funcionarios es un asunto de percepción y, de manera evidente, el Primer Mandatario no cree que esa sería la solución o que, sencillamente, quienes así visualizan el país están equivocados.
Al menos esa es mi percepción de lo que estaría percibiendo Leonel.
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