POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES |
La actitud levantisca de Luis
Abinader tras su previsible derrota electoral infringida por el presidente
Danilo Medina tiene varias lecturas y una de ellas es su búsqueda de afianzamiento en la posición de liderazgo
que le prestó la corriente mayoritaria del PRM que domina el ex presidente Hipólito
Mejía.
Por razones estratégicas Hipólito
cedió su posición de candidato en las
elecciones pasadas cuando se percató de
que su contrincante sería una persona con un grado de popularidad difícilmente derrotable por su liderazgo y por el control que ejerce sobre todos los poderes
del Estado.
El "guapo de Gurabo"
estaba consciente de que si se arriesgaba enfrentando a Medina no solo sería
ampliamente derrotado, sino que con ello sepultaba su liderazgo dentro del PRM
y, en consecuencia, cualquier posibilidad futura de aspirar nuevamente a la
Presidencia.
Por eso prefirió abstenerse y
permitir que su hija Carolina Mejía acompañara al joven candidato Abinader como una forma de irla fogueando en
las lides políticas con aparentes intenciones de promoverla en el futuro como candidata
presidencial del PRM.
Será el propio Hipólito, su hija
Carolina o cualquiera de los viejos dirigentes del PRM el candidato del 2020 a la presidencia por esa agrupación porque en
lo que concierne a Abinader, "ya
tuvo su oportunidad," como me
expresara un viejo roble perredeísta fervoroso seguidor de Mejía.
El liderazgo de Luis Abinader no
está seguro en el PRM y por eso su protagonismo, en ocasiones imprudente y
subido de tono, y su afán de proyectarse
en la prensa como cabeza de una oposición de mansos y cimarrones de tan pobre desempeño electoral, que carece de
consistencia.
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