POR FERNANDO RODRÍGUEZ CÉSPEDES |
Si a la Organización de Estados Americanos
(OEA) le pedimos un desagravio por haber avalado la intervención militar
norteamericana de 1965, a los Estados Unidos debimos pedirle además del desagravio,
una cuantiosa indemnización por todos los daños causados al país con tan
nefasta acción.
El momento era propicio debido a que
estaba presente en la 46 Asamblea General de la Organización, el secretario de
Estado norteamericano, John Kerry, cuya secretaria de Estado Auxiliar, Mari
Carmen Aponte, vio con buenos ojos la petición formulada a la OEA.
Pero no nos llamemos a engaños, una cosa
es con guitarra y otra con violín y no es lo mismo hacerle una reclamación pública
al controversial secretario general de la OEA que al representante del gobierno
norteamericano, aunque la mayor responsabilidad de los hechos fuera de este.
Dejando de lado el tema de lo que pudo
haber sido y no fue, debemos reconocer la valiente actitud de la canciller
venezolana, Delcy Rodríguez, quien logró que la Asamblea votara a favor de que
su Consejo Permanente evaluara la conducta de su secretario general, Luis
Almagro, frente a Venezuela.
La diplomática logró poner en
cuestionamiento al señor Almagro, quien se expresó contra el Presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro, llegando incluso a amenazarlo con aplicarle la Carta
Democrática de la OEA, sin consultar al organismo.
La digna gestión de la canciller Rodríguez, propició
una audiencia con el Secretario Kerry, quien se mostró partidario de retomar el
diálogo con Venezuela y posó junto a ella, estrechándole la mano, en señal de conciliación.
En definitiva, a Venezuela le fue muy bien
en la asamblea de la OEA porque, aunque el tema no estaba en la agenda de la
misma, su canciller logró insertarlo positivamente, logrando el respaldo de la
mayoría de los presentes a favor de la República Bolivariana.
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