Por Tiberio Castallanos
Comunicador dominicano radicado en Miami
Octavio nos reunía cada año en un almuerzo navideño en La Habana Vieja. El 40 corresponde a los comensales que cabíamos, y no muy olgados, en aquel relativamente pequeño salón del muy tradicional restaurante de la Coral Way. Allí estuvimos otra vez el pasado domingo 13, aunque Octavio nos dejó hace ya unos meses.
Una vez, con marcada emoción, nos dijo: ustedes son mi familia.
Ocurre, que como a otros muchos cubanos del viejo exilio, se le habian ido muriendo sus seres queridos, primero su padre, luego su tía, y finalmente su madre. Como no tuvo hijos y no recordaba tener otros parientes, pues, nosotros éramos, finalmente, su familia.
Su familia. La familia de un buen hombre. Noble, sencillo, sabio. Yo me sentí muy comprometido. Durante más de veinte años,Octavio nos dió unas charlas audiovisuales interesantísimas: Las Islas Griegas, Castillos de Francia, Parques Nacionales de los EEUU, los eventos en la muerte de Garcia Lorca, Van Gogh, su pintura, y su trágica vida, y otros muchos temas. Casi todos productos de sus viajes e investigaciones por Norteamérica y Europa, principamente por España y Grecia.
Se realizaban cada mes un sábado en el Kubekc Center,y otro sábado del mes en la Biblioteca Pública de Flagler y la 22 Ave., hasta cuando esta estuvo disponible.
Faltar a una de estas charlas fue para mí,siempre, una circunstancia muy dramática. Al amigo o pariente que quería verme o salir conmigo en una de esas fechas, yo le decia: no, el sábado tengo Octavio. Comprendo que algunos no entendieran exactamente lo que me ocurría.
A estas charlas asistíamos muchos más que los cuarenta del almuerzo navideño. Octavio tenía muchos amigos.
Creo que seguimos siendo su familia. Y que seguimos unidos.
Como pudo verse el pasado domingo en el almuerzo navideño presidido por su viuda Marthica, donde hubo poema, recuerdos y oraciones. Si,la familia de aquel hombre generoso de su tiempo y de sus conocimientos. Compartiendo su gran legado de amistad.
Tiene el grupo su poeta, Andrés Surís, y su secretaria Martha López. Y la cálida solidaridad de todos nosotros.
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