POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES |
Bajo ninguna circunstancia, estoy ni estaré de acuerdo con el
crimen de Estado, personal o terrorista como vía para resolver problemas, vengar
agravios, "hacer justicia", o cualquier otro pretexto que pueda
enarbolarse para justificarlo.
Creo en la diversidad de ideas y opiniones y en la confrontación
civilizada de las mismas en busca de la verdad que, muchas veces creemos poseer
y que al final, los hechos nos demuestran que estamos equivocados.
Entiendo que al margen de nuestras verdades, hay dogmas y
creencias religiosas que pueden resultar
ilógicas e irracionales a nuestro entender, pero que debemos respetar y debatir
con altura, en caso de que fuese
necesario.
Soy cristiano y cuido no dejarme arrastrar al fanatismo,
defiendo mi fe sin ofender a quienes no creen en Dios, y nunca aprobaría la ridiculización
de quienes no creen o tienen otras religiones, dioses o creencias diferentes a
las mías.
Así como me manifestaría en desacuerdo con que se caricaturice
la imagen de Jesús con imágenes o viñetas pornos e insultantes, estoy en
desacuerdo con que se haga con Mahoma o cualquier ídolo de religiones extrañas.
"Matar en nombre de Dios es una aberración. Pero tampoco
se puede provocar ni insultar la fe de los demás. Y si alguien dice una mala
palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo", afirmó
recientemente el papa Francisco.
Creo que el papa, haciendo uso de su lenguaje sencillo y
coloquial no pretendió justificar el ataque terrorista a la revista satírica
francesa Charlie Hebdo, sino resaltar la necesidad de que la prensa observe
ciertos límites de prudencia y respeto.
Este terrible suceso debe servir de reflexión a todos los
comunicadores del mundo que muchas veces, se exceden, acosan, difaman y agreden
a personas e instituciones, olvidando la
máxima del benemérito mexicano Benito Juárez:"El respeto al derecho ajeno
es la paz."
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