POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES
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Creo en la libertad de expresión y soy capaz de defenderla
hasta con la vida, si fuese necesario. Creo en el periodismo de compromiso
social que cuestiona y combate los males de esta sociedad y denuncia la
irresponsabilidad de los gobiernos y funcionarios que no cumplen con sus
deberes.
Esa libertad, sin embargo, no justifica la vulgaridad ni las
ofensas personales. Todo ciudadano tiene derecho a expresarse respetando las
normas elementales de la decencia y la
dignidad, contrario a lo que sucede en los comentarios que se hacen en la mayoría
de los medios digitales.
En el marco de esta situación se originó el desagravio público
del comunicador Saúl Pimentel, director del
periódico digital ALMOMENTO.NET, al prestigioso periodista Marino
Zapete, su familia y por extensión a los no menos destacados y respetados Huchy
Lora y Juan Bolívar Díaz.
Un supuesto sicario moral, usando un seudónimo, como irresponsablemente
suelen hacer, formuló serias e infundadas acusaciones contra los referidos
comunicadores luego de acceder libremente a la sección de comentarios del medio
de comunicación digital en tres
ocasiones diferentes.
Esto indujo a Saúl Pimentel a bloquear a más de 20 foristas que, pese a sus advertencias han
insistido en usar, desde el anonimato, un lenguaje soez y difamatorio contra personas,
que podrían someter al periódico a cualquier demanda por difamación e injuria.
Quiera Dios que este sea el punto de partida para que los
directores de medios digitales controlen
los comentarios que se publican en los mismos, debido al morbo e intereses
políticos, económicos y de otra índole que atentan contra la honra y la dignidad de cualquier ciudadano, sobre
todo, en tiempos de campaña política.
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